La avalancha del río Tarrita cobró no solo la destrucción de viviendas y cultivos, también dejó sin escuelas a más de 120 niños y jóvenes de dos docenas de veredas en zona rural del municipio de Ábrego.
Allá en esas comunidades siguen sin entender por qué, de la noche a la mañana, todo les cambió, hasta la forma de vivir y ganarse el sustento, pues pasaron de ser agricultores a cargar maletas y bultos en el trasbordo que se cumple en El Tarrita.
En eso están ocupados y mientras no encuentren la forma de volver a lo suyo, la agricultura, dicen que va ser muy difícil que los niños vuelvan a las escuelas, dado que todas quedaron destruidas.
Numael Durán Baca, habitante de la vereda Los Osos, relató que los niños de esta y otras veredas como Bisas de Los Ríos y El Remolino están acudiendo a clases solo dos días de la semana, lunes y martes, en aulas que se improvisaron en la sede del puesto de salud El Tarra, en la vía principal que conduce al casco urbano de Ábrego.
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Asimismo, sucede con sesenta estudiantes que recibían clases en la sede principal rural de El Tarrita, la cual fue borrada por completo por la avalancha y en donde este año se tenía proyectado graduar la primera promoción de bachilleres.
Es un sueño que está en riesgo de no cumplirse por culpa de la tragedia, dice el profesor de esta institución César Albeiro Ortiz Sánchez.
El maestro los sorprendió faltando dos semanas para culminar el primer semestre académico, tras lo cual nos tuvimos que ocupar en el diagnóstico para saber en dónde habían quedado los estudiantes, “porque como se pudo dar cuenta muchas familias perdieron sus casas río abajo, al igual que todas las escuelas quedaron arrasadas por la avalancha”.
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A nuestra sede de El Tarrita acudían estudiantes de La Aurama, de Puerto Rico, del Alto del Pozo, entre otras.
Los directivos de la institución no encontraron más sitio donde albergar a los estudiantes que el puesto de salud El Tarra, adscrito al hospital regional noroccidental.
De verdad que nos ha tocado con las manos, porque se han preocupado más por abrir la vía, que por la gente, en este caso los estudiantes. Tampoco las autoridades nos han preguntado cómo lo estamos haciendo para garantizarles la educación a nuestros niños, porque por nuestra propia cuenta nos dimos a la tarea de conseguir mobiliario prestado y gracias al Consejo Noruego y a la organización Save The Children tuvimos útiles escolares, dijo Ortiz.
“Ha sido muy duro, muy difícil. Llevo 14 años en la institución y verla como quedó es muy triste”, Relata.