Desde hace 14 años, Masaoki Tsuchiya sale cada amanecer al encuentro del toki, un pájaro reintroducido en una pequeña isla de Japón gracias a un destacado programa de conservación que mezcla diplomacia y reforma agrícola.
En menos de dos décadas, la población de este ave de plumaje rosa pálido y un largo pico curvado ha llegado a los 500 ejemplares en la isla de Sado, tras haber desaparecido completamente del país.
Lea: Frida y la nueva vida de grandes felinos convertidos en mascotas
La reintroducción desde China del toki, también llamado ibis crestado japonés, es una rara historia de éxito en un planeta en el que una de cada ocho especies de pájaros está amenazada de extinción.
Ahora, su presencia en Sado atrae a turistas y despierta el interés de otras regiones del país asiático que quieren repetir la fórmula.
A sus 72 años, Tsuchiya sale cada día de su casa bajo un cielo estrellado, toma el coche e inicia su itinerario durante el que anota meticulosamente si ha detectado o no al animal en cada una de sus paradas.
"El número de pájaros en este lugar varía según las estaciones", explica a AFP este hombre fornido y de aspecto travieso, que con los años ha aprendido a detectar incluso a los toki escondidos en sus nidos.
Varias decenas de pájaros revolotean en algunas zonas, lo que habría sido inimaginable en 2003, cuando una hembra llamada Kin ("Oro") murió a la edad récord de 36 años como la última superviviente de la especie en Sado.
"Sabía que ese día llegaría, porque era muy vieja y frágil", recuerda Tsuchiya. "Pero fue realmente triste".
Extinción
La desaparición de Kin, tras el fracaso de los intentos de aparearla con Midori ("Verde"), el último toki macho de Sado muerto ochos años antes, tuvo una amplia repercusión mediática en el país.
Antaño, este pájaro estaba presente en todo Japón y en otras partes del noreste de Asia.
Considerados una amenaza a las plantaciones de arroz, los toki gozaron de relativa protección en el periodo Edo (1603-1868) por leyes que restringían su caza.
Pero la situación cambió a finales del siglo XIX. Apreciado por las supuestas virtudes medicinales de su carne y el valor decorativo de su plumaje, el ibis nipón casi desapareció "en cuarenta años", lamenta Tsuchiya.
Conozca: Alimentarse sano no es cuestión de plata, es de salud
A principios de los años 1930, solo quedaban unas decenas de ejemplares en Japón, con lo que el animal fue clasificado como especie protegida.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la generalización de los fertilizantes y los pesticidas químicos dañaron el ambiente del toki, que se alimenta de insectos, pequeños cangrejos o ranas en los arrozales.
Y para 1981, la población se limitaba a cinco ejemplares en libertad en la isla de Sado. Las autoridades decidieron ponerlos en cautividad para protegerlos, pero ninguno consintió a reproducirse en una jaula.
Entrenando a ser libre
El descubrimiento ese mismo año de una población de siete tokis salvajes en la provincia china de Shaanxi (noreste) y el éxito de la campaña de protección de la especie en el gigante asiático devolvieron la esperanza.
En un histórico viaje de Estado a Japón en 1998, el presidente chino Jiang Zemin prometió al país del sol naciente una pareja de estos pájaros.
You You y Yang Yang llegaron a Japón un año después. Otros camaradas chinos les siguieron los pasos y, al cabo de los años, la población de tokis en Sado fue suficientemente importante para ponerlos en libertad, tras un periodo de "entrenamiento" de tres meses.
"Aprenden a volar, a encontrar su alimento y se acostumbran a los humanos", explica Tomoki, el hijo de Tsuchiya, que colabora con las autoridades locales para facilitar la reintroducción del pájaro.
Entérese: Las ranas, en el centro de una batalla contra la minería
Cada seis meses se sueltan una veintena de ejemplares en la isla, donde el espectáculo de los tokis sobrevolando los arrozales se ha convertido en una estampa familiar.
El éxito no era evidente hace una veintena de años. Ante la importancia económica del cultivo del arroz, hizo falta convencer a los agricultores de reducir a la mitad del límite legal el uso de productos químicos en sus campos.
"La gente no pensaba entonces en el medioambiente cuando cultivaba. Sus prioridades eran recoger lo máximo posible y vender caros sus productos", dice Shinichiro Saito, un arrocero de 60 años.
Ante la reticencia de algunos, las autoridades emplearon la táctica del palo y la zanahoria: dejaron de comprar arroz a los agricultores que rechazaban seguir las instrucciones y premiaron con la etiqueta "Vivir con el toki" a quienes aceptaban.
Embajador de Sado
Finalmente, "fueron los tokis quienes les convencieron" cuando los primeros ejemplares fueron soltados en 2008, recuerda Saito, uno de los primeros en adoptar los nuevos estándares.
El pájaro "era casi como un embajador del medioambiente", dice el campesino. "Cuando el proyecto comenzó, mi mayor sueño era ver el toki en el cielo mientras cultivaba mis arrozales", asegura.
Todavía hay numerosos obstáculos por delante del ibis japonés, la mitad de cuyos ejemplares en libertad son víctimas de serpientes o comadrejas. Solo un recién nacido de cada dos sobrevive a los depredadores.
Lea también:Alimentarse sano no es cuestión de plata, es de salud
Pero el pájaro se asienta poco a poco. Actualmente hay 4.500 ejemplares en libertad en China y Corea del Sur ha lanzado un programa de reintroducción.
Tomoki Tsuchiya, de 42 años, que ha heredado la pasión por este ave de su padre, no es el único amante del toki en la isla, donde su figura aparece por todos lados, desde camisetas a faroles o envases de leche.
El toki "es tan importante para la gente de Sado", dice Tomoki. "Es como si fuera parte de la familia".
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en: http://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion