A comienzos de 2014, investigadores de las Fundaciones Ideas para la Paz (Fip), y Paz y Reconciliación (Pares), emprendieron el proyecto Capacidades locales para la paz en cuatro departamentos, incluido Norte de Santander, y estos son los resultados del trabajo en Catatumbo.
En el marco de los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc en La Habana, la Fip y Pares, con el ministerio del Interior, llevaron a cabo un proceso de reconocimiento de las condiciones regionales para alistar el territorio en cuatro zonas: Antioquia y Chocó, Cauca, Caquetá y Norte de Santander.
De acuerdo con la Fip, aun cuando en Colombia ha habido procesos de desmovilización de grupos armados ilegales no se han adelantado verdaderos procesos de transformación de condiciones territoriales que impidan la reproducción de la violencia.
Así las cosas, si se quiere que un acuerdo de paz con las Farc, y posiblemente con el Eln, propicie un cierre definitivo al conflicto armado, urgen cambios definitivos y realizables en los territorios.
Partiendo de ello, se desarrolló el proyecto con el objeto de reconocer las dinámicas territoriales en materia de seguridad ciudadana, orden público y conflictividad social.
En desarrollo de las actividades hubo una dedicación de 15 meses, durante los cuales se dialogó con representantes de la sociedad civil y mandatarios, de nueve municipios de Catatumbo: Ábrego, La Playa, Ocaña, Hacarí, El Tarra, San Calixto, Tibú, Teorama y Convención.
En cada uno de los encuentros, se indagó por los sueños de actores clave en cada región para el posconflicto, los recursos y experiencias significativas en la construcción de paz.
En el total de las regiones escogidas se reportaron 642 sueños para el posconflicto, que fueron ubicados por categorías, siendo las principales Productividad y desarrollo agrario –especialmente en Antioquia - Chocó (22% del total de la región), Cauca (29%) y Huila - Caquetá (27%); mientras que en Norte de Santander, la mayoría de sueños (29% del total regional) se ubicaron en la categoría Infraestructura y provisión de servicios básicos.
“La concentración de sueños para el postconflicto en estas dos categorías indica que los actores clave del territorio visualizan las necesidades de desarrollo y no la respuesta a temas estrictamente relacionados con el conflicto armado”, señala la Fip.
Adicionalmente, se pidió identificar experiencias de construcción de paz, proceso en el que se halló que los temas de productividad e infraestructura no figuraban, sino que eran reemplazados por Seguridad y Convivencia ciudadana y Cultura que, en Norte de Santander ocupa un 35%, en los nueve municipios.
Estas experiencias, según la entidad, dan cuenta de una diversidad de recursos con los que cuentan los territorios, razón por la cual, en una implementación de los acuerdos no habría que empezar de cero.
Relación nación territorio
Sobre la relación nación – territorio, el proyecto diagnosticó “el enorme temor de comunidades y funcionarios de que en un eventual postconflicto se enfrenten las deficiencias de capacidades en lo local”.
Es decir, se teme que la debilidad institucional, en lugar de superar las causas de los problemas, los exacerbe.
Por ello se insiste en reconocer la dificultad que implica la gestión institucional en los municipios del Catatumbo, no solo porque pertenecen a sexta categoría (lo que implica dificultades fiscales y administrativas), sino por las escasas competencias que hay para la toma de decisiones.
Uno de los aspectos que dividen las relaciones entre nación y territorio es el incumplimiento sistemático de acuerdos entre el Estado y las comunidades. La desconfianza de los ciudadanos sobre el desempeño de la clase política es una constante, como lo evidencia un testimonio de un participante en Teorama: “Quiero que las administraciones se enfoquen en el desarrollo de la población mas no en el lucro personal”.
Percepción de conflictos
Otro hallazgo generalizado fue el alto nivel de desconfianza de la sociedad civil en la fuerza pública, con una imagen negativa de la policía. Según la Fip, “la connivencia de varias estructuras policiales con el delito y la alta corrupción” han generado esta consecuencia.
Incluso, la percepción negativa de la policía se agudiza cuando la comunidad reconoce la práctica de realizar las asignaciones de personal a estas zonas de conflicto, asociándolas con connotaciones negativas para la hoja de vida.
Por ello, se enfatiza en prestar atención a declaraciones como esta: “En mi municipio están ubicados en tres partes que nos perjudica a la comunidad; tomaron la posesión de una residencia de los docentes, maltrato verbal con los campesinos; por conquistar niñas menores de edad, las ponen en peligro”.
Existe también el tema de la propiedad rural en el que la creación de un Fondo de Tierras es un tema privilegiado por las comunidades, pese a obstáculos como la superposición de propiedades especiales como resguardos indígenas y la zona de reserva campesina.
En el caso de las comunidades rurales, hay rechazo de los modelos económicos extractivos y se evidenció preferencia por la economía campesina y no dejan de preocupar las posibles fuentes de violencia que se desatan de actividades como el cultivo de coca y la venta ilegal de gasolina.
Un campesino de Teorama asevera que “alrededr de la coca se fueron generando focos de subsistencia económica. Están los gasolineros, están los que venden ácido, están los que venden uría, esta toda esa gente. Entonces se crea una cultura de la ilegalidad y ese es el factor que no hemos podido controlar”.
Recursos para la paz
Aunque para algunos de los participantes, el conflicto y la violencia territorial restan la posibilidad de soñar, y se piensa que el abandono por parte del Estado es la principal traba para la paz, la Fip resalta algunas herramientas para que los nortesantanderanos vean el posacuerdo con otros ojos.
La resiliencia es una de ellas, pues como refiere uno de los entrevistados por la Fundación de Teorama, “ese capital humano de querer seguir luchando y solo con la muestra de querer sostenerse en medio de un conflicto como el que hemos tenido nosotros demuestra mucha capacidad humana, mucha valentía, mucha fortaleza”.
Igualmente, están las llamadas Memorias de paz que, por ejemplo en Tibú, permiten recordar y anhelar mejores épocas que se pueden recuperar.
“En esa época la gente vivía muy en paz en 1988. Nunca se sabía qué era un enfrentamiento. Nunca se escuchaba que habían matado a alguien. La gente moría de muerte natural, la policía patrullaba y el ejército patrullaba normal. No con la zozobra que se vive hoy en día (...) Vivían en paz porque no habían cultivos ilícitos, eso es lo que trae desgracias a un pueblo, a una región.”
Los recursos espirituales también son útiles, pues en este contexto algunas personas declaran que la fe es de gran ayuda: “Vino la violencia y me quitó todo (…), después salí de pastor y soy feliz porque Cristo está conmigo y la comunidad me ha ayudado”.
Finalmente, la recomendación es que en cualquier caso cada decisión que se tome, en relación con la paz, debe involucrar a todos los actores en el análisis y construcción de políticas ajustadas a sus necesidades y al desarrollo integral del departamento.