Hace meses que no llueve. En San Calixto, hoy suman casi una semana sin agua para el casco urbano; en El Carmen, hay racionamientos; en Ábrego, Convención, La Playa de Belén, Hacarí y Teorama, el descenso de las aguas impide que se calme la sed de la gente, se rieguen los cultivos y se les dé de beber a los animales.
En general, la riquísima región de Catatumbo se está secando y, hasta el momento, no parece haber soluciones rápidas para solucionar los problemas que se han derivado de la sequía.
Aunque históricamente ha habido veranos fuertes en esta zona del departamento, y tanto los habitantes como los alcaldes esperaban surtirse de fuentes alternas en caso de sequía, ninguno calculó que el fenómeno de El Niño tuviese tal impacto y que las aguas que antes rebosaban las bocatomas hoy sean un simple hilo.
Hermes García, alcalde de Convención, es uno de los más alarmados por este hecho. En su localidad, hay unas 7.000 personas afectadas, porque la microcuenca que surte al pueblo desde la bocatoma de la quebrada La Morena, está desabastecida.
El cambio desde 2010 hasta la fecha ha sido dramático. Se pasó de 25 a 30 litros por segundo, a unos 7 litros que llegan a la planta de tratamiento. En la bocatoma El Guamal hay un poco más de agua, con unos 15 litros por segundo que bajan a la planta, pero aun así es insuficiente.
Los vecinos hablan del “desangre de la tubería” ocasionado por las válvulas que nuevos habitantes han ubicado en el tubo que recorre 10 kilómetros, más los asentamientos subnormales que implican la llegada de casi mil nuevos usuarios en la zona.
Jesús Emilio Reyes, campesino de este municipio, dice que el cambio de cultivos ha sido lo peor que pudo ocurrir y, según él, es lo que ha desatado parte de la crisis.
“Convención era cafetero, pero con la llegada de la broca, en 2002 la situación cambió”, cuenta. Los precios se cayeron, la calidad del café nunca fue la misma y hoy solo quedan potreros sin más vegetación ni árboles que regulen el ambiente.
“Unos pocos nos dedicamos a sembrar cacao, que no perjudica tanto la tierra, pero por falta de agua, la pepita se está negreando en el árbol; el agua es poca y los cultivos de pan coger, el poquito café que hay, la verdura, todo se está perdiendo”, dice. “Para el otro año va a ser muy difícil que haya producción y, a este paso, en unos cinco años yo creo que nos vamos a quedar sin agua”.
Su terrible sentencia la confirman las plantaciones de caña quemadas por el sol en la vereda El Diviso y la dificultad para construir pozos, por falta de recursos y por la necesidad de bombear el agua, lo que acarrearía altos costos para los usuarios.
Para José de Dios Toro, alcalde de El Tarra, el desequilibrio del ambiente no podría ser peor. “Recuerdo que hace apenas 15 años solo había dos partes por las que se podía pasar al cruzar el río Catatumbo; hoy, usted puede cruzar por donde sea, sin mayor dificultad”.
Según dice, buena parte de la responsabilidad de lo que está ocurriendo proviene del manejo que los campesinos han dado a los bosques y al recurso hídrico, tanto por la presencia de cultivos de uso ilícito, que conlleva a la deforestación de grandes zonas, como por el crecimiento de la ganadería extensiva.
Las veredas Las Torres, Kilómetro 84, La Campana y el corregimiento Bellavista son los más perjudicados y aunque cada vereda tiene su propio naciente, no hay mayor caudal.
En la zona rural, 1.200 personas padecen por falta de agua, más otras 7.000 del casco urbano, ubicadas en 16 sectores que reciben agua cada cuatro horas, por sector.
Hacarí hace frente a esta situación que es catalogada por su alcalde, Milcíades Pinzón, como una de las más alarmantes por el descenso del nivel de los ríos Tarra, San Miguel y Borra.
“Pese a que abundan las fuentes de agua, la deforestación, por los cultivos de uso ilícito ha llevado a que sea la misma persona la que acabe con el agua”, manifiesta. “Los envases de químicos que se usan para estos cultivos son arrojados a las aguas y por eso vamos a trabajar con los campesinos, para que se entienda el grave daño que se hace al ambiente”.
En Teorama también van más de cuatro meses sin aguaceros, y no hay más que esporádicas lloviznas que no superan los cuatro días de duración. “Van más de tres años sin esos inviernos duros que solíamos tener”, recuerda el alcalde, Jesús Montagut.
Hace semanas la administración municipal tuvo que surtir a sus habitantes con agua desde Ocaña con carrotanques y hubo incluso conflictos entre los ciudadanos por el uso del recurso hídrico.
“Familias que son más pudientes compran motobombas y se las conectan a las tuberías para absorber el agua y es delicado llegar a esa situación”, afirma Montagut. “La preocupación que tenemos es por esos enfrentamientos que hay entre quienes viven en el casco urbano y aquellos que originan esta tensión”.
El tanque de almacenamiento no supera el 20 por ciento de capacidad para enviar agua, y los operarios duran dos días almacenando agua, pero en cuestión de horas esta se acaba.
La alternativa es una sola
Luego del diálogo con las autoridades y algunos productores de Catatumbo, todos coinciden en la misma solución: la compra de áreas estratégicas de conservación es la única alternativa, inmediata y efectiva.
Se buscará la construcción de pozos profundos y la adecuación de los distritos de riego existentes debido a que algunos, como en el caso de las veredas San Antonio y San Cayetano, en Convención, ni siquiera han podido ser estrenados porque el agua no llega.
Urgen a Corponor para que se hagan proyectos masivos de reforestación que trasciendan lo hecho según su más reciente informe de gestión, según el cual en su programa de gestión integral de cuencas hídricas en la zona solo se establecieron algunos proyectos productivos sostenibles para Tibú, pero la comunidad espera más.
En palabras del agricultor Jesús Reyes, “aquí solo están pendientes de si se tumba un árbol, pero no de las quemas y otras situaciones que dañan el entorno. Ojalá nos apoyen más, y lo mismo le pedimos al gobernador, porque con esta situación y los créditos que tenemos, no damos abasto”.