A la profesora Nubia Velandia se le ve entusiasmada cuando habla de los logros de sus estudiantes. Bastó con enviar, una tarde, un mensaje al correo del colegio, para que muy de madrugada anunciara que estaba disponible para mostrar hasta dónde han llegado 19 alumnos interesados en desarrollar un proyecto de investigación, que involucró la creación de aparatos que funcionaran con energía solar.
Según cuenta, estos jóvenes tenían dificultades de aprendizaje y hasta los describe como hiperactivos, así que para ‘calmarles los ánimos’ los incluyó en el grupo ‘Energía solar, la luz del mundo’. Con una gran sonrisa y un poquito de altivez dice: “me fue bien”.
La iniciativa surgió simultáneamente a la invitación que hizo la Secretaría de las TIC con el proyecto Enjambre, el cual busca que Norte de Santander establezca unos 800 grupos de investigación en todas las instituciones educativas de la región.
“La convocatoria coincidió con que estaban transmitiendo un programa llamado Misión Impacto”, relata la maestra.
De ahí salió la idea, pues vieron cómo con paneles solares se había iluminado una parte de Medellín. Además, en vista de que uno de los principales problemas de la escuela era el altísimo consumo de energía eléctrica, ahí estuvo la oportunidad esperada.
“En días anteriores a esa convocatoria, yo estaba mostrándoles cómo el millón 500 mil pesos que se paga en luz en el colegio se podía ahorrar. Miramos todas las necesidades y ellos decidieron”, cuenta.
Uno de los estudiantes se motivó por la construcción de paneles solares y, junto a cinco de sus compañeros, comenzó la elaboración de los mismos, mientras que otro grupo desarrolló un horno solar, y uno más escogió una bombilla de botella. En otra reunión un niño quiso hacer un cargador solar, y así se hizo la luz, aunque no todo saldría perfecto.
“Con el panel que fabricamos no fue posible hacer el cargador, ¡porque hubo corto circuito!”, recuerda Nubia entre carcajadas.
Tras el incidente con el panel, fueron escogidos por la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior (Cun) como uno de los proyectos exitosos para participar en una feria científica en Bogotá.
Allí, inquietos por avanzar con el proyecto, los muchachos se acercaron a los investigadores e ingenieros que estaban mostrando sus inventos y le pidieron a la ‘profe’ comprar dos paneles de 12 y 9 voltios.
Se acabaron las chispas, y ahora están buscando quién les asesore para que el cargador “sea agradable a la vista”.
Cociendo en el sol
A punta de internet, los otros estudiantes también quisieron iluminarse y construyeron un horno hecho con cajas de cartón, papel aluminio, un vidrio, un espejo y ¡a cocinar se dijo!
“Lo construyeron en un momentico, acá en el patio, y hornearon un huevo que nunca se quemó, porque duró dos horas y media en cocerse”, dice nuevamente entre risas.
Además de huevos, han preparado chorizos que también quedan estupendos, aunque es una labor de paciencia; a menos que se esté en Cúcuta, porque allí el tiempo se reduce y tarda dos horas…
Los huevos se preparan sin grasa, en sartenes de teflón pues, de lo contrario, despegarlos es más difícil que bajar el horno del techo del colegio, donde habitualmente se cuecen.
Dicen que les hacen falta instrumentos para medir la temperatura. “En Enjambre nos prometieron plata y estamos esperando”, afirma Nubia.
También se lamentan porque consideran que en el entorno el proyecto no tiene la atención que merece. “La gente cree que porque hay una caja con un vidrio es fácil, pero nadie se interesa por saber lo que implica”.
Menos pérdidas
—¿Han cambiado mucho?
—Bastante. Ellos perdían hasta 12 materias, y si vamos a revisar los que perdían 2 y 3 no pierden ninguna; los de 3 y 4, si se quedan es en una, y el que perdía 12 bajó a perder 3.
Según Nubia, académicamente se transformaron, dejaron la vergüenza y no comen entero, porque con los portátiles que les dieron, investigan en internet y lo cuestionan todo. Ni qué decir de su comportamiento, pues como están ocupados, también hubo un enorme cambio.
“Vea, el que más materias perdía, tiene 16 años y está repitiendo séptimo grado, y pasó de ser un chico problemático, a una persona que hoy está haciendo una técnica en manejo ambiental. Es impresionante”.
Jorge Alirio Tarazona, el rector de la institución, afirma que este es el proyecto de mostrar, pero la institución tiene otras 9 propuestas que se desarrollan, principalmente, en primaria.
“Los muchachos se han interesado, quieren participar y crear lo suyo, y preguntan qué hay que hacer para montarse en un avión, viajar por el departamento, como hacen los otros”, señala.
Hoy en día, la escuela quiere formar pequeñas microempresas, con sus respectivos emprendedores que actualmente se especializan en siembra de moringa, cuidado ambiental, reciclaje, entre otras.
También, el profesor dice esperanzado que sueña con que el colegio tenga su propia panadería y que esta sea, a su vez, uno de los emblemas del pueblo.
“San Cayetano es el santo del pan, pero ya ve, en casa de herrero el azadón es de palo…”, dice, mientras recorre el espacio de la panadería, el horno que espera ver funcionando en poco tiempo, eso sí, con más huevos de los que se han usado en el proyecto de energía solar.