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La tierra se hace oro en Salazar de las Palmas
Quince artesanos hacen de los materiales naturales piezas únicas con apoyo de Artesanías de Colombia, la Alcaldía y Proempresas.
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Helena Sánchez
Sábado, 25 de Junio de 2016

"La basurita de la naturaleza para mí es oro", dice nerviosa y apenada Claudia Leal Roa, artista manual de Salazar de las Palmas. Se frota constantemente las manos y pide excusas por no tener suficiente material para mostrar, por hoy.

Es lógico, si la mayoría de sus cuadros hechos con piedritas rústicas del río, cientos de semillas, hojas de maíz, y todo lo que reposa en el suelo del tibio paisaje salazareño está en Cúcuta, en una exposición.

Su trabajo es atractivo, tanto por la creatividad como por la delicada técnica con la que, pacientemente, une pieza por pieza, pule y adhiere fragmentos naturales a un retablo, o un cuadro.

Llora de emoción. En parte, por visitarla; en parte, por algún dolorcito cuando recuerda que fue docente de preescolar pero, sin trabajo, encontró en el material reciclado un oasis, un portalito de Belén, para refugiarse, sollozar otro tanto y seguir.

Ella es parte de un grupo de 15 artesanos que, con el respaldo técnico de la Alcaldía, Artesanías de Colombia y Proempresas, mejora la calidad de sus productos para ampliar el mercado establecido en el pueblo.

El equipo perfecciona, con sencillos cambios, las técnicas de trabajo para que los resultados se conviertan en recursos.

Por ejemplo, Juan Carlos Beltrán, quien elabora en arcilla máquinas procesadoras de café, en menos de 10 minutos, varió la forma de las pepitas de café, haciéndolas ovaladas y no redondas, y marcando una especie de ombligo que señala dónde se arrancó el fruto.

También tiene lista la marca, ‘Bernal’, con un diseño que inventó durante la formación y le recuerda su comienzo, elaborando vasijas.

Bernal inició hace 30 años, cuando su abuela le contó que Salazar era la cuna de la loza.

Hacía figuras pero “no las quemaba”, pero cuando aprendió nadie lo detuvo. Siendo adulto se convirtió en instructor del Sena, y tallerista en barrios pobres.

“Nosotros ya sabemos cómo trabajar”, dice absolutamente serio. “Solo necesitábamos esta orientación”.

Es experto en la elaboración de pequeñas chozas que vende como recuerdo del pueblo, con una imagen de fondo de la virgen de Belén.

Ha vendido más de 20 mil de ellas, dos docenas cada semana, que le pagaron el estudio a sus hijos, un hogar y la vida entera.
 
Moliendo y tallando

(La impecable talla en guadua  de Carlos Parada, uno de los trabajos más llamativos.)

Tilcia Molina teje bolsos a mano, con fique traído de Curití (Santander). Algunas fibras son teñidas para avivar las piezas que mezcla con cuero, cortado a mano, y semillas que halla en sus recorridos por el pueblo.

Tarda un día y medio procesando un bolso, que entrega forrado y con estupendos acabados.

La labor empezó en 2006, junto a su mamá, dibujando las palmas de Salazar y bordándolas.

“Estamos aprovechando la oportunidad”, afirma. “Hay gente que nos descubre y nos permite salir, representar a Salazar en Bogotá, o Cúcuta, y que nos llevan a mejorar y pensar en nuestros clientes”.

También constituyó su marca, ‘La Molinera’ y tiene un local en su casa que, a la vez, funciona como taller.

Es vecina de Carlos Luis Parada, ‘orfebre’ de la guadua. ‘Paradita’, como le dicen, se dedicó a la talla “ya de viejo”, por curiosidad.

“La guadua es un material exótico, muy bueno para elaborar cosas pulidas, muy bonitas y finas”, afirma con un trozo de lija en la mano.

Mientras repasa el material, explica que encuentra la planta en las mismas veredas, alrededor del casco urbano.

A veces, esta llega a sus manos para ser salvada de las quemas, porque a algunos les incomoda su expansión. Él la convierte en delgados y curiosos cristos, o cofres y pulseras.

Corta los brazos abiertos, arma las cabezas y talla con esfuerzo, y astillas enterradas en las manos la guadua que a veces se rebela.

En esta tierra lo que tocan las manos de estos creadores se multiplica, como ocurre con la volqueta de arcilla que les entregaron hace casi una década a María del Pilar Cárdenas y Gladys Cárdenas.

Hoy, la almacenan en la casa de la cultura local. “Como utilizamos poca para elaborar las figuras, ha durado bastante”, cuentan.

Exhiben mulas que cargan café, más imágenes religiosas y algunas placas con figuras en relieve de las fachadas de edificios emblemáticos salazareños.

“Estas eran las que más gustaban, pero nos quedamos sin prensa”, afirman, viendo el inmenso paisaje del pueblo desde la azotea de su casa.

Todos los artesano, junto con Dora Fernández, Lorcy Pérez, Cecilia Novoa, otras hábiles artistas manuales del material de reciclaje, los tejidos y la bisutería, hicieron de sus casas el centro de despliegue de su creatividad.

Son sus talleres de prueba, las tiendas que surten a los curiosos y los hogares en los que las familias aprenden una tradición que se expande.

Desde allí, alaban cada conocimiento adquirido, lo usan y ahora confían en ser, un día, forjadores del centro turístico y artesanal de una de las zonas más importantes en la vida  económica nortesantandereana.

Las metas

(Los bolsos tejidos en fique por Tilcia Molina tienen una amplia salida comercial.)

Amparo Contreras, delegada de Artesanías de Colombia en Norte de Santander, explicó que el objetivo del trabajo con los salazareños es generar identidad con productos innovadores que se mostrarán en Expoartesanías, durante octubre de este año.

Sin embargo, este no es el único proceso que se lleva a cabo en el departamento, ya que se han identificado 370 artesanos en 10 municipios.

Así mismo, se busca establecer 20 registros de marca en esta y otras localidades que han demostrado mayor fortaleza en la tradición artesanal, como son: Cácota, Pamplona, Mutiscua, El Zulia, Cúcuta y Los Patios.

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