Todos los días, al terminar la eucaristía, el padre Jairo Gélvez reitera un ya conocido anuncio parroquial a su comunidad. Les recuerda a sus feligreses que tiene 19 tumbas bajo su custodia, las cuales nadie quiere reclamar en la vereda La Unión, del corregimiento Astilleros, en El Zulia.
El anuncio busca dar con los familiares de esos muertos, quienes no han querido ir a recoger a sus parientes. No obstante, el cura señala que irá hasta donde pueda a buscar a los responsables de esos restos óseos, abandonados en los terrenos de la Diócesis de Tibú.
Según dijo el propio sacerdote, sus misas siempre terminan con la siguiente frase de cajón: "les recordamos a las personas que tienen a sus familiares en el cementerio, que vayan a exhumarlos. Necesitamos darles un traslado digno a los hermanos fallecidos".
No obstante, el problema, dice el párroco, no son los muertos, ni tampoco que desde el más allá le estén dañando su sueño o tranquilidad. Básicamente, su malestar radica en lo indigno de la situación y la falta de preocupación, según relata.
Gélvez dio a conocer la situación y es innegable el abandono de las tumbas, a las cuales ya se les marchitaron hasta las flores artificiales. De hecho, la iglesia ha sido la única doliente de este campo santo y de las almas que lo habitan.
Campo santo de terror
Quien vaya al cementerio San José de Astilleros, inaugurado en el 2001, puede notar que el sitio quedó en escombros.
La capilla no tiene techo, las rejas que protegían el campo santo fueron desmanteladas y los suelos, convertidos en rastrojos, hacen que ir a las tumbas no sea para nada un plan placentero para las familias de quienes allí moran.
Doña Rosa Miriam Suárez, una matrona que vive hace 15 años en La 'Ye' Astilleros, comenta que en su comunidad la gente es muy desunida y que por eso el cementerio está olvidado.
"En otras partes la gente ya hubiera reclamado los cuerpos y se los hubiera llevado, pero aquí somos desunidos, preferimos llevar los cuerpos a Cúcuta o a El Zulia y quedarnos sin cementerio", dijo la mujer.
Quiere trasladarlos
Gélvez, quien lleva siete meses como párroco de la comunidad religiosa de San José de Astilleros, desde el primer día en que llegó a su misión, se puso la meta de hacer que las familias vayan a reclamar los cuerpos, pero ni el temor a Dios ha hecho que la gente se acerque a recuperar los restos óseos.
A la fecha, solo cuatro familias se han acercado al viejo cementerio de San José de Astilleros para recuperar los cadáveres.
"Hace unos días vino una persona por los restos de un niño que estaba en una bóveda y de noche, para que nadie lo viera, rompió la tumba y se lo llevó", indicó Gélvez, quien no duda en tildar ese acto como un sacrilegio.
"La idea no es esa, lo que pretende la Diócesis de Tibú —dueña del viejo campo santo—, es que las familias vayan simultáneamente por los cadáveres que hoy reposan en el lugar y se haga una ceremonia para respetar el alma de los muertos.
La iglesia católica se comprometió a no cobrar por el arriendo de las tumbas, cánones por los cuales se supone que la gente no volvió; por eso la invitación del padre es para que vayan todos por sus difuntos.
El problema, señaló el sacerdote, es que el predio amenaza con ser invadido y su temor es que los cuerpos puedan desaparecer. Además, el cementerio no puede seguir en el sitio ya que se encuentra clausurado por sanidad.