Cada mañana, la gente de El Tarra se levanta a barrer la entrada de sus hogares y negocios. El día puede ser más caluroso que el anterior, fresco y húmedo, con lluvias, o una mezcla de todo un poco.
Las puertas corredizas se desperezan y se levantan, mientras hombres y mujeres con sus camisetas de vivos colores embellecen las calles. Todos se esmeran en mejorarle la cara al pueblo, pero también el corazón.
El Tarra es el corazón de Catatumbo y sus gentes hacen méritos para conservar el título con el querer y con el hacer.
Sin duda, por eso existen dos asociaciones que son el orgullo de la comunidad: Asoavitar y Asopistar: la primera, integrada por productores de pollos de engorde, y la segunda, por cultivadores de cachama.
Ambas surten al pueblo entero y ciertas veredas cercanas con sus productos, ampliamente apetecidos por su sabor y calidad.
La mejor cachama, dicen, se come frita en cualquier restaurante y el pollo ‘made in El Tarra” no tiene comparación.
“El sueño es ser una súper empresa y, en 2022, surtir todos los municipios que se pueda”, dice animadísima y con una gran sonrisa Yeine Bautista, fiscal de Asoavitar.
La empresa fue creada en 2009 y desde entonces se ha mantenido.
Inicialmente hubo 13 asociados y con los años se sumaron más, hasta llegar a 27 que incrementaron también el número de pollos.
“Antes se cultivaban entre 200 y 300 pollitos, y hoy hay quienes van en mil y dos mil”, relata Yaine. “Ahora, lo que se quiere es comenzar a transformar el producto, montar un asadero, hacer embutidos y seguir creciendo”.
El desarrollo de la emplumada apuesta es impresionante con la comercialización de 6 mil kilos de pollo cada 45 días, cuya producción es permanente.
Una de las dificultades recientes es el clima, pues las altas temperaturas sofocan y ahogan a los animales.
Además, la escasez de agua, los innumerables huecos de la vía hacia Tibú, la señal de celular que funciona con la determinación y rapidez de un caracol en fuga asfixian tanto como El Niño.
En principio, los inconvenientes de la empresa fueron otros, como la ausencia de una planta de beneficio que ya está en funcionamiento y, a falta de terreno, el municipio cedió dos lotes para edificar las bodegas.
El cuarto frío estará construido próximamente, con su respectivo transformador.
La afiliación a la Cámara de Comercio y el logo, el apoyo de la Gobernación y la alcaldía, son sus sencillos logros.
Esperan que termine la excesiva e incómoda atención sobre el pueblo para que lleguen los equipos para el asadero, enviados por la Diócesis de Tibú, con el proyecto de Participaz, sin sobrevuelos que los acompañen.
“El Tarra no es malo. Acá no solo se cultiva coca; también hay gente que trabaja con avicultura y piscicultura”, agrega la fiscal que anhela tener una finca propia para quienes no cultivan pollos pero integran a asociación.
“Como lo hemos hecho hasta ahora, yo creo que lo vamos a lograr”.
Multiplicando peces
Mil cachamas devoran 12 bultos de concentrado.
Ese es el cálculo con el que trabajan los piscicultores de El Tarra que también venden su producto en el pueblo, y comenzaron a cosechar mojarra roja, que es llevada a Ocaña.
Sus grandes estanques están en las veredas La Motilandia, La 92, Manzanares, entre otras, desde las que se venden 10 toneladas mensuales de enormes pescados.
Prudencio Claro es vocero de la Asociación de Piscicultores de El Tarra (Asopistar), organización que agrupa 90 productores: 27 de Filo El Gringo y 63 del casco urbano.
“El avance es notorio, porque ya tenemos el cuarto frío, una bodega para almacenar el concentrado, y un fondo rotatorio para beneficio de todos los productores”, relata.
Destaca las ventajas de unirse para tener objetivos propios; el principal es hacer del municipio un lugar más beneficioso para la región de Catatumbo.
Como él, los asociados saben que la integración es la clave para surgir y erradicar la creencia de que aquí solo hay violencia, guerrilla y pobreza, o que no se puede llegar sin ser víctima de algún delito.
Viajar y vivir allí no es morir; por el contrario, prima la vida sorteando una guerra que no es de la gente, cuya única lucha está dibujada en un lema visible en cada calle: El Tarra se vive de corazón.