Daniela cumplió tres años y su mamá cree que es el momento de sacarla de la cama matrimonial. La niña ha crecido y ya no es tan cómodo dormir en familia. Cualquier movimiento brusco de su hija la despierta y el sueño le cobra factura al día siguiente en la oficina.
La madre inició invitando a la pequeña a dormir en su propia habitación, la cual está dotada y arreglada para que se sienta cómoda y a gusto. Sin embargo, Daniela se niega a abandonar el lecho materno.
En un segundo intento, la angustiada madre esperó a que la niña se quedara dormida para pasarla a su nueva cama, pero más tardó en trasladarla de un lado al otro que la niña en devolverse, bajo la excusa de que el monstruo que vive debajo de su cama no la deja dormir y tiene miedo.
Esta escena es más usual de lo que podemos imaginar y marca una etapa de desprendimiento e independencia que todo niño debe empezar a tomar en cierta etapa de su vida.
Aunque expertos aseguran que la edad indicada para sacar a los niños de la cama de la pareja es a los cinco meses, para evitar problemas mayores a la hora de adaptarlos a dormir solos, como le sucedió a los padres de Daniela, este tiempo de transición de cama familiar a cama individual se puede dar entre los 2 y 3 años si los padres deciden tener a sus hijos por más tiempo en su lecho.
A continuación algunas recomendaciones para que la tarea de mandar a dormir a sus hijos fuera de la habitación marital sea más rápida y efectiva:
Ofrézcale un ambiente propicio: el niño debe tener un lugar cómodo y apto para descansar. Verifique que la iluminación y la temperatura de la habitación sea la adecuada. Igualmente, los niveles de ruido sean mínimos para que pueda dormir placenteramente. Si adornamos la habitación con sus juguetes y colores favoritos será más fácil que se adapte a su nuevo dormitorio.
Establezca horarios: fijar horarios para ir a la cama suele ser muy efectivo, pues acostumbramos a los niños a dormir en el momento indicado y nos facilita acomodar un espacio fijo para el sueño. Es mucho más fácil que el niño se duerma en su nueva cama si el sueño lo domina. Acompañarlo un par de minutos mientras se duerme bastará. Recuérdele que debe dormir varias horas para recuperar sus energías.
No lo mal acostumbre: si desde pequeño el niño se acostumbró a dormir en cualquier lado y usted lo alza para trasladarlo a la cama, está pecando. Explíquele que el sueño se concilia en la cama y no en el sofá, los brazos de mamá o la cama de los padres. Crear la costumbre de leer un cuento antes de dormir facilita este trance.
No hay marcha atrás: si el niño se levantó a medianoche asustado y le dice que no quiere dormir solo porque algo en la habitación le causa temor, no debemos dar marcha atrás porque probablemente esta escena se repita varias veces a la semana. Intente tranquilizarlo, mímelo un poco y llévelo de nuevo a su cama. Si es necesario espera a que vuelva a conciliar el sueño, omita encender el televisor para calmarlo o entretenerlo esto podría causarle insomnio. Podemos alcanzarles su juguete favorito para que se sienta protegido y acompañado.
Cero contradicciones: papá y mamá deben ceñirse y respetar las reglas con autoridad. Si ambos decidieron que es el momento que su hijo duerma solo, ninguno debe bajo ninguna circunstancia debe desautorizar al otro en este proceso. Si el niño ve que puede acercarse a alguno de los padres para que le levanten esta medida tratará de convencerlo para volver a meterse en la cama de los padres.
Una pausa familiar: si el fin de semana el niño le pide dormir con usted dele un pequeño espacio. No queremos que el pequeño sienta que sus padres no lo quieren tener cerca. Romper las reglas una vez a la semana o al mes vale la pena. Una buena película puede ser la excusa.
Ventajas y desventajas de dormir con los hijos
Si el niño es menor de un año, dormir con sus padres facilita la lactancia nocturna. La madre no tendrá que levantarse constantemente para alimentarlo.
Los padres que duermen con sus hijos aseguran que descansan menos. Cualquier movimiento brusco los despierta.
Los padres primerizos viven pendientes de sus bebés en todo momento. Es frecuente que se levanten por las noches, una y otra vez, para comprobar que respiren, por lo que dormir con sus hijos les brinda mayor tranquilidad.
Las parejas aseguran que dormir con sus hijos congela las relaciones íntimas, porque no les queda tiempo ni espacio para estar a solas.
Está comprobado que los bebés que duermen con sus padres se despiertan menos. Si al despertarse notan la presencia de sus padres volverán a dormir sin mayor dificultad. De lo contrario empezarán a llorar.
El desarrollo y la autonomía del niño se comprometen. Un niño mayor de cinco años que aún duerme con sus padres será más inseguro y dependiente que uno de la misma edad que duerma solo.