Es la tercera vez que Paula, de 8 años, falta al colegio en una semana. Sus padres no han llevado excusa alguna y la situación es repetitiva. A esto se le suma que en clase, la niña es un poco retraída, se duerme en el pupitre y en ocasiones se torna agresiva.
De inmediato, los profesores encienden las alarmas, están ante un posible caso de abandono o negligencia infantil.
En 2015, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), regional Norte de Santander, recibió 520 denuncias de negligencia infantil, considerada como un tipo de maltrato.
En el primer trimestre de 2016, la cifra llegaba a 160.
Cuando los padres son notificados de esta situación, se molestan por los términos de ‘abandono y negligencia’ utilizados por los orientadores escolares, para describir esta situación. Aseguran que la pequeña no está abandonada porque ninguno de los progenitores se ha ido de casa.
“Los padres suelen relacionar abandono con ausencia de la figura materna o paterna en el hogar. El abandono no radica en que haya presencia física de los padres sino en la carencia de apoyo emocional y de cuidados”, explica Beatriz Elena González Manrique, orientadora escolar. “Un padre negligente es aquel que olvida su rol de padre y deja esta obligación propia en manos de terceros”.
González explica que esta situación la denominan los expertos como un “padre presente, pero ausente”, es decir, son aquellas personas que pese a que comparte el mismo espacio con sus hijos no le dedican el tiempo y la atención suficiente, lo que desencadena una serie de afectaciones sicológicas y emocionales en los menores.
“El niño que sufre este tipo de abandono llega tarde a clase, va mal presentado, se torna agresivo y busca satisfacer esos vacíos emocionales con sus compañeros, profesores o vecinos”, explica la orientadora. “Los padres se quejan porque sus hijos son muy ‘compincheros’ y no se percatan de que implícitamente les están rogando un poco de atención”.
Otro de los factores de alerta es la desnutrición y la obesidad en los niños. Un menor que no tiene la atención de sus padres se alimenta a su antojo y esto puede desencadenar problemas alimenticios si los padres no están pendientes de qué comen o dejan de comer sus hijos.
¿A qué se debe este fenómeno?
En los estratos bajos y medios, esta situación tiene mayor incidencia cuando las madres que, tradicionalmente, cumplían el rol de cuidar a sus hijos asumen el papel de trabajadoras y pasan la mayor parte del día por fuera de la casa.
Aunque esto les da mayor independencia económica y ayuda a solventar los gastos del hogar, se ha convertido en una barrera que les impide mantener un contacto directo con sus hijos. El cansancio, el estrés laboral y otras ocupaciones los relegan a un segundo plano.
“Los padres deben de entender que más allá de un plato de comida, ropa o cualquier otro objeto, los niños y los adolescentes necesitan compartir y dialogar con ellos”, agregó González. “Los papás no deben ser únicamente proveedores de necesidades físicas”.
Los estratos altos tampoco son ajenos a esta problemática. Allí, según González, el abandono se da porque los padres se convierten en esclavos de sus trabajos y, al igual que en el primer caso, se convierten en padres inaccesibles que delegan sus funciones naturales a terceros.
Los viajes, las reuniones y la dependencia constante del celular para estar al pendiente de su trabajo, son una barrera a la hora de tener una relación más cercana y dinámica con los hijos.
La orientadora recomienda respetar los espacios y los tiempos familiares para que las demás ocupaciones de los progenitores no terminen por relegar su rol de padres. Si los padres van a compartir un rato con sus hijos deben desconectarse por completo de sus celulares y cualquier otro tipo de distracción, lo mismo lo deben hacer los hijos. El ejemplo es primordial para generar estos espacios de esparcimiento.
¿Qué hacer en estos casos?
Lo primero que deben hacer los padres es reconocer la importancia de su rol y tener claro que la educación, el cuidado y la protección de los niños no debe recaer en los maestros, los abuelos, los tíos, ni la empleada de servicio, sino en ellos mismos.
Otro punto importante es que tanto el padre como la madre compartan la responsabilidad de atender a sus hijos.
“El cuidado de los hijos no es exclusivo de las madres. Si la mamá no puede estar determinado tiempo con el niño por asuntos laborales, el padre debe suplir este tiempo y esas necesidades, y viceversa”, indica González.
Organizar en familia el tiempo que se dedica al trabajo, las tareas, los quehaceres del hogar, el diálogo y el juego, es ideal para no fallar en esta labor compartida.
González recomienda invertir el tiempo libre en actividades netamente familiares. Ir al parque, salir a caminar, disfrutar de un domingo de ciclovía, es ideal para fortalecer los lazos emocionales.
Así mismo, los padres deben sacar diariamente unos minutos de su apretada agenda para dialogar con sus hijos, estar pendiente de sus tareas, escucharlos y compartir sus vivencias del día a día.
El abandono, una marca difícil de borrar
El abandono deja una huella profunda de soledad en la siquis del niño y esto puede perdurar hasta su adultez. Esto se ve reflejado en aquellas personas que hacen hasta lo imposible por no dejar acabar una relación pese a que su compañero sentimental les haga daña. Simplemente se aferran a una relación dolorosa porque no quieren sentir un nuevo abandono.
No tener la atención de los padres y sentir un vacío emocional hace que los niños y jóvenes sean más vulnerables al consumo de drogas, porque encuentran un refugio para olvidar sus problemas.
Los niños que no tienen la atención de sus padres pueden generar una conducta agresiva y violenta con el ánimo de que sus padres y el resto del mundo esté pendientes de ellos.