Le quitaron la movilidad de sus piernas y manos, pero no las ganas de vivir. El profesor Luis Fernando Montoya, después del atentado que sufrió en un atraco el 22 de diciembre de 2004, hace exactamente 18 años, continúa activo como docente y dictando charlas de superación.
También se capacita, pues como era tecnólogo deportivo del Jaime Isaza Cadavid, acaba de hacer la licenciatura en Uniminuto y dice que está pensando seriamente en iniciar la maestría. Y es que a nadie le podía quedar mejor el apelativo de “Campeón de la Vida” que a este paisa de 62 años de edad, quien por estos días se prepara para disfrutar la Navidad con familiares y amigos.
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A los conocimientos de fútbol que lo llevaron a conquistar la Copa Libertadores de América y el subtítulo de la Copa Intercontinental con el Once Caldas meses antes del infortunio, le ha sumado la sabiduría recogida en los últimos años de lucha.
Cualquiera pensaría que el profesor Montoya evade el tema del atraco, ese día aciago para él, pero no. Así como lo hizo cuando con un equipo chico y desconocido como el Once Caldas que enfrentó y derrotó al poderoso Boca Juniors de Argentina, lo encara con fortaleza y, de paso, deja mensajes de convivencia.
“Hay que pensar que la vida continúa y se han hecho cosas buenas. Somos nosotros mismos los que nos ponemos las dificultades. El ser humano, si se lo propone, es capaz de lograr cosas grandes”.
Junto a él permanecen su esposa Adriana Herrera, su hijo José Fernando que ya está próximo a graduarse como ingeniero mecánico, y su entrañable amigo Luis Alfonso Sosa, el apoyo en sus épocas de entrenador como motivador de los equipos y ahora como guía y consejero incondicional.
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- ¿Cómo logró que estos aniversarios no lo afectaran?
En la época de diciembre yo siempre fui una persona muy contenta, alegre, hasta ese 2004 cuando pasó todo. Antes me preguntaba, ¿por qué en este momento cuando había logrado tantas cosas buenas y quizás venían mejores para mí, para mi carrera, para mi familia? Ahora digo: ¿por qué cuando gané la Copa Libertadores no pregunté lo mismo, ¿por qué me la dieron a mí? Yo creo mucho en Dios y fue un premio de Él. Hay que tener mucha tranquilidad y calma.
- ¿En quién se apoya para no decaer?
En Adriana, José Fernando, mis amigos. Y a veces cuando me noto aburrido les pido que me pongan un partido de lo que fue esa Copa Libertadores y digo: ‘Eh, Ave María, esto sí fue un milagro de Dios’, entonces en eso termina todo... La vida continúa. Ya son 18 años y en la parte médica he encontrado gente muy valiosa como el doctor Diego Lalinde.
- ¿Cuál ha sido el momento más complicado en este proceso?
Cuando llega el día 21 y el 22 uno recuerda todo lo que pasó hasta el momento del incidente, la hora en la que me levanté, lo que hice, con quiénes hablé. Eso le queda a uno para toda la vida. Si un ser humano no se diera cuenta del daño tan grande que hace, jamás empuñaría un arma para atentar contra otra persona. Tenemos que respetar y ojalá la gente lo entendiera, respetar siempre a los demás. Independiente de las dificultades y los problemas que se tengan, todo se puede resolver por el diálogo, y la mediación.
- ¿En sus charlas ha tenido contacto con personas que hayan tenido problemas con la justicia?
Un día en una graduación una persona no me quitaba la mirada y se acercó. Me dijo que él había compartido celda con una de las personas que me atacó, que si me gustaría hablar con él. Le respondí que no tenía problema, simplemente el favor que le pido es que cuando salga de la cárcel jamás vuelva a empuñar un arma para atentar contra la vida de otro. Es un buen recuerdo, muy bonito.
- Esas personas ya disfrutan de la libertad, ¿usted desde el corazón les perdonó?
Uno recuerda todo y decir que perdonó... Uno nunca sabe hasta dónde llega el perdón. Yo simplemente no les deseo el mal a esa o a esas personas....
- Usted tiene en su esposa e hijo a sus motores para conservar esas ganas de luchar y seguir adelante...
También está Luis Alfonso Sosa, que ha estado conmigo en todo momento... Ojalá la gente entendiera que el ser humano vale mucho, no por ser Luis Fernando Montoya, o el niño que nació en X o Y barrio, o la comuna difícil; todos somos iguales y valemos demasiado. A veces no cojo el teléfono en dos o tres días y digo, ¡qué berraquera eso! Cuando yo era campeón de Copa Libertadores, tantas cosas, tantos estadios llenos, la gente coreaba nuestros nombres, y ahora pasan los días y ese teléfono no timbra y pienso si seremos demasiado ingratos, no recordamos al ser humano. Tenemos que ayudarnos porque no sabemos las necesidades y preocupaciones de los demás. Una palabra, un saludo reconfortan mucho, hay que mirar para atrás.
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- ¿Se siente tranquilo hoy?
Siempre le pedí a Dios poder seguir luchando por mi familia, ver crecer a mi hijo y hasta el momento me ha cumplido en eso. Uno no puede renegar por todo en la vida... Estoy bien gracias a Dios.
- ¿Cómo pasan estos días Navidad con los suyos?
Soy feliz escuchando música. Trato de no estar muy solo para no recordar momentos tristes. Lo que pasó, pasó. Como le dije, hay que seguir adelante. Soy un convencido de que vienen cosas muy buenas, porque como comenté antes, si cuando gané no pregunte por qué me pasó, ahora menos tengo que reclamar.
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