El testimonio de Juan Guillermo Monsalve es un laberinto de fechas y acontecimientos borrosos en su memoria. Su declaración en el juicio al expresidente Álvaro Uribe transcurrió en dos realidades paralelas: por un lado, relataba su versión ante las preguntas de la Fiscalía, actuando como su testigo estrella; por el otro, repetía una y otra vez que no recordaba, trastabillando en cada respuesta.
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Este hombre, que dice haber sido paramilitar, llegó con actitud desafiante y así decidió atender el contrainterrogatorio de la defensa de Uribe. En una ocasión le preguntó al abogado “si recordaba el día que lo había tratado mal en una diligencia”. -No viene al caso, le dijo Granados. El testigo optó por evadir a cada pregunta o aquellas relacionadas con momentos claves.
Insistía en haber olvidado episodios de un proceso en el que, irónicamente, él mismo es protagonista. No por nada la Fiscalía lo llama el “testigo estrella”. Fue él quien en 2011 buscó al senador Iván Cepeda para pedirle protección, alegando que recibía presiones del abogado Diego Cadena, entonces defensor de Uribe, para que se retractara de sus declaraciones sobre los vínculos del expresidente con grupos paramilitares.
Su testimonio se extendió durante dos días. En la primera jornada, la Fiscalía lo interrogó sobre sus inicios en el mundo del crimen y cómo terminó trabajando para la familia Uribe en la hacienda Guacharacas. Monsalve no solo confirmó no conocer al expresidente, sino que también relató las presiones que había recibido de Cadena y cómo su caso llegó a la Corte Suprema.
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Sin embargo, cuando fue el turno de la defensa, el testigo se mostró incapaz de responder a las mismas preguntas que apenas un día atrás había contestado a la Fiscalía. La confrontación entre la defensa y Monsalve estaba cantada. Jaime Granados, quien ha cuestionado públicamente la credibilidad del hombre y su costumbre de alterar versiones, no dejó pasar la oportunidad para evidenciar sus inconsistencias.
Con el episodio del reloj espía quiso demostrar su teoría. Sobre ese capítulo, las respuestas no fueron concretas, mostrándose visible- mente contrariado. El reloj se lo compró su esposa, Deyanira, para que grabara las reuniones con Diego Cadena.
Cuando el senador Cepeda acudió a la Corte Suprema alertando sobre las presiones ejercidas a Monsalve, el alto tribunal envió a la magistrada Sandra Yepes para tomarle declaración.
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“¿En ese momento usted le habló a la magistrada sobre el reloj espía?”, preguntó la defensa.
“No lo podía decir en esa declaración”, respondió.
“Entonces, ¿usted le ocultó, sí o no, a la Corte la existencia de ese reloj el 23 de febrero, cuando la magistrada lo visitó en la penitenciaría?”.
La confrontación se extendió por varios minutos hasta que la delegada fiscal intervino a favor del testigo.
Más adelante, cuando llegó el turno de hablar sobre cómo se entregó la grabación de la reunión con Cadena, Monsalve explicó que le dio instrucciones a Deyanira, su esposa, y le proporcionó un número de radicado para que entregara el material a la Corte Suprema.
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“¿Por qué sabía usted de ese radicado?”, preguntó Granados.
“Porque la magistrada me dejó el radicado para que yo enviara el reloj”, respondió.
“¡Ah! ¿Entonces la magistrada sí sabía que usted tenía el reloj?”.
“Sí”.
“Entonces, la magistrada sabía del reloj, y eso no quedó consignado en la diligencia. Es decir, cometieron falsedad en la diligencia...”, señaló Granados para terminar siendo interrumpido por la objeción de la fiscal. “Es especulativa”.
-”A lugar”, se pronunció la juez poniendo fin al contrapunteo.
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