Todo nuevo año genera esperanzas, en el sentido de avanzar, de superar atrasos, de redimir situaciones precarias, de pasar de la incertidumbre a la certeza, de abandonar el pesimismo y asumir la vida con perspectivas de seguridad.
Pero el cambio no llega por el mero deseo. Se necesita actuar para crear las condiciones que surtan los anhelos propuestos. Es un proyecto existencial, el cual se debe articular a la voluntad de acertar, a la comprensión de la realidad y a la dedicación de cuanto se pretende alcanzar. Cuenta la convicción que se tenga respecto a la meta trazada.
Todo ello es en la línea de superación. Porque se puede estar también del lado opuesto, pretendiendo beneficios provenientes de otras circunstancias nocivas, aunque dejen utilidades. Lo que sería caer en el laberinto de lo deleznable.
Pero pensando en correctivos limpios, debe promoverse como una causa común, de satisfacción colectiva el ideal del cambio. Es lo que se espera de 2023. Que este año sea la cosecha de las soluciones a problemas que se han acumulado con la complicidad de quienes han gobernado.
Un punto muy sentido por los colombianos es la paz. Hay que erradicar la violencia como prioridad nacional. Al país no le caben más víctimas causadas por el conflicto armado, por grupos criminales involucrados en el narcotráfico, por bandas de paramilitares con dedicación a todas las formas de delincuencia. La guerra con sus variables no deja sino miseria, suplicio, la peste de la muerte. Por eso el proyecto de paz total del presidente Petro debe abrirse paso en todos los territorios de Colombia hasta la plenitud de su consolidación y con la sentencia inapelable de la no repetición de las atrocidades padecidas.
Hay que ganar la paz, no solamente con la dejación de las armas por parte de los grupos beligerantes que son actores de la confrontación, sino, además, con reparación a las víctimas, con reconocimiento de derechos subestimados y con el saneamiento de la desigualdad en todos los matices que la surten.
Hay quienes prefieren la guerra a la paz. Son los que se oponen a los acuerdos con grupos insurgentes. El despojo de tierras mediante la fuerza ofensiva les deja utilidades. O se lucran de otros negocios a la sombra de la imposición armada.
Se debe persistir en ponerle punto final a los frentes que están en el diabólico ejercicio de la violencia, que es una agresión perversa contra los civiles inermes.
Otros beneficios colectivos que deben estar en los propósitos de 2023 es desmontar el entramado de la corrupción, la sevicia de agresión contra las mujeres y ese amasijo de la desigualdad y su secuela de pobreza y negación de derechos.
No es que tantos problemas acumulados puedan solucionarse de un momento a otro. Pero hay que poner la cuota inicial, cuando menos, para abrirle espacio a los cambios anhelados.
Lo que se busca es que 2023 ponga a Colombia en un rumbo renovador. Para lo cual la gestión del nuevo Gobierno nacional es decisiva. Y en esa gestión los aciertos cuentan mucho.
Puntada
La reactivación fronteriza y el restablecimiento de las relaciones entre Colombia y Venezuela debieran tratarse en foros regionales con participación de los diferentes sectores. Y podrían programarse por el Comité Intergremial, la Cámara de Comercio o alguna universidad. Hay que romper la indiferencia.
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