Podemos imaginar 2024 como esas montañas rusas que arrancan en plano y avanzan lentamente hasta una cima, desde la que se lanzan a bucles de 360 grados.
2024 inicio con dos guerras en desarrollo. Ucrania cumplía el segundo año de conflicto y la guerra se veía estancada; en Oriente Medio Israel respondía con una guerra total en la Franja de Gaza al brutal y cobarde ataque a civiles en Israel. La guerra total planteada por Israel se debió a que los terroristas utilizaban a los civiles en Gaza como escudos humanos, por lo que su necesaria eliminación comportaba necesariamente pérdidas civiles.
Las víctimas son muchas menos de las que ha venido reportando Hamas, replicando la prensa progresista y Naciones Unidas, abiertamente anti-Israelí. Hoy acusan a Israel de crímenes de lesa humanidad y el poco confiable fiscal de la Corte Penal Internacional dictó orden de captura a Netanyahu, violando así un principio con el que nació la ley penal internacional.
Los aliados en la Segunda Guerra Mundial se enfrentaron a estados terroristas como la Alemania hitleriana y la militarista Japón, que usaron los civiles como escudo y para su eliminación debieron caer muchos de ellos. Tras los procesos penales de posguerra, se colgó a los líderes nazis y los militaristas japoneses responsables del uso de civiles como parapeto ante ataques bélicos y no a los que acabaron con esos promotores de usar civiles como escudos.
Empezábamos a subir la cuesta. Israel también fue atacado por el norte, desde el sur del Libano, zona dominada por el grupo terrorista soportado por Irán, Hezbolá, que también se posicionaba en el oeste de Siria. Israel atacó el Libano, primero solo en raids aéreos y después por tierra, eliminando la dirigencia del grupo y sus infraestructuras bélicas. Y llegamos a la cima. También se enfrentaron Israel e Irán, pero este último, quien ha llamado a la eliminación de Israel, ya enfrentado a una guerra abierta, prefirió bajar la tensión y se apaciguó. A Hezbolá en Siria y a los Huties, también apoyados por Irán en Yemen, Israel solo los bombardeó.
En junio de este año hecatómbico, México siguiendo ese sesgo izquierdista latinoamericano que la condena al subdesarrollo eligió a la socialista Claudia Sheinbaum como reemplazo del inefable AMLO y se inauguró peleando con España por no disculparse de la Conquista; suena estúpido y es estúpido, pero así fue. Después vino la caída vertical de la montaña geopolítica rusa, con las elecciones en Venezuela a finales de julio y el fraude descarado de la dictadura, en un incidente geopolítico del que aún no se ha escrito su final.
El primer bucle vino en noviembre con las elecciones en Estados Unidos. Trump, con toda la maquinaria progresista en contra, arrasó, ganando no solo la presidencia sino las dos cámaras legislativas. En una acción final de su gobierno, Biden reactivó la guerra de Ucrania al permitir a este país utilizar en territorio ruso los misiles de mediano alcance, lo que hizo Ucrania, y Putin amenazó otra vez con la guerra nuclear.
Putin metió a Corea del Norte en la guerra de Ucrania, con tropas de infantería a las que no les ha ido nada bien. Corea del Sur, por su parte entró en crisis política, al imponer el primer ministro una ley marcial que los poderes legislativo y judicial reversaron; el presidente fue destituido y el Estado está en interinidad.
Inglaterra, Francia y Alemania en manos del progresismo enfrentan en este fin de año graves crisis económicas con impacto político. El progresismo socialista y su concepto de un super estado, está llevando a las grandes potencias europeas a crisis de deuda e inflacionaria, que les harán perder riqueza y disminuirse económicamente frente a grandes poderes como Estados Unidos, Asia-Pacifico y algunos estados de Europa Central.
Europa, no toda afortunadamente, se debilita geopolíticamente por su apuesta progresista, globalista y woke. Así salimos del segundo bucle, impulsados ferozmente hacia diciembre.
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