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Ahogados en coca
Para rematar, las propuestas de Petro solo fortalecerán los cultivos de coca y a los narcos: no uso de glifosato ni siquiera para aspersión manual
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Lunes, 24 de Octubre de 2022

Era más bonita la vida cuando el corazón convocaba las costumbres sanas y buenas que había en el pasado, y las irrigaba con esa sonrisa grata que tiene el tiempo para recordar lo añejo y lo provinciano.

Por ejemplo, los barrios tenían personajes favoritos, y uno los conocía por el nombre, los policías, los serenos, los jardineros y los lecheros de grandes ollas y hondas cucharas para llenar los cántaros en las puertas de las casas.

Y los carteros andaban en bicicletas con sus bolsos de cuero marrón, con esa imagen bondadosa de ser mensajeros de esperanza, para transportar en las cartas de los hijos, o de los amores lejanos, fábulas imaginarias.

O las marchantas, generalmente gordas, con delantales de colores surtidos de verduras o frutas, para llenar de apetencias los costales de fique y hacer de sus puestos volantes una cocina de sueños.

Si la diligencia era lejos, estaban los taxistas del 4030 porque, si no, uno caminaba hasta el centro a donde había de todo, o a la sexta y, de paso, se comía un caldo de costilla en las largas bancas del comedor popular.

¡Ah!, por si algo se olvidaba, estaba el teléfono negro 2475, colgado de cuatro números en rodaja que se marcaban y regresaban lentos o, si era en otra ciudad, la ilusión de esperar un llamato de larga distancia por el 01.

Al llegar la modernidad a mi apartado aéreo 1390 de Avianca de la trece con quinta, fui advirtiendo que todo iba a ser distinto y que no sólo se callaría el viejo pito del cartero, sino que habría un gran silencio del afecto y la ternura.

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