En un mundo globalizado como el que tenemos, es casi un contrasentido pretender frenar los fenómenos migratorios que son inherentes al interés de los individuos y grupos poblacionales por mejorar sus condiciones de vida. Las migraciones se originan por diversas razones: búsqueda de mejores condiciones económicas, persecuciones u opresión políticas, de seguridad para las personas o aún para colectivos sociales especiales por la existencia de guerras o conflictos armados internos, entre otras. Pero también responden a ciertos ‘espejismos’ que a veces la globalización de la información crea, por ejemplo conseguir el llamado ‘modo de vida americano’.
Por ello los fenómenos migratorios se presentan en todas las regiones del mundo. A veces nosotros tendemos a impactarnos por los casos que nos tocan de manera más cercana –la presencia de oleadas de migrantes en las regiones del Urabá, haitianos, cubanos, africanos, venezolanos, etc.-, pero migraciones numerosas han tenido los países europeos provenientes de África, de Oriente Medio, de crisis como la de Siria, Afganistán; Estados Unidos ha sido históricamente un país formado por oleadas de migrantes y en los últimos tiempos oleadas de migrantes de América Latina, pero igualmente de otros continentes, similares situaciones se han vivido en Asia, en Oceanía.
Pero en ocasiones estos flujos migratorios se estimulan, de manera un poco irresponsable, por gobiernos buscando desestabilizar países o crearles situaciones de inestabilidad interna; recordemos las políticas de los norteamericanos en relación con Cuba primero, después Haití y más reciente Venezuela o la del gobierno colombiano anterior en relación con Venezuela, para solo mencionar algunas de las más conocidas y que han propiciado verdaderas ‘estampidas’ migratorias. En otros casos se ha tendido a securitizar y militarizar los fenómenos migratorios, por ejemplo post atentados terroristas del 11/9 en Washington y New York.
No hay duda que eliminar los flujos migratorios nunca ha sido ni posible ni deseable en la historia de la humanidad. Pero sí es evidente que los gobiernos, especialmente de los países desarrollados, deberían manejar con mayor responsabilidad estas políticas y si efectivamente se quiere disminuir de manera sustancial las migraciones deberían propiciar políticas de cooperación económica y de promoción del desarrollo en los países ‘expulsores’ de población migrante, para que allí se mejoren las condiciones de vida de la población, especialmente las opciones laborales y/o de acceso a educación, así como velar porque las políticas de represión interna al interior de esas sociedades no se consideren como aceptables. Es decir, lo que podríamos llamar políticas públicas anticipatorias. Porque con frecuencia se trata –como lo hemos visto en la frontera sur de Estados Unidos- es de propiciar políticas de respuesta coyuntural a situaciones creadas, pero que no responden a políticas de mediano o largo plazo.
Mientras las inequidades, sociales, económicas y políticas en el mundo sigan teniendo las dimensiones actuales, las migraciones seguirán acompañando a las distintas sociedades y el tema no puede pretender resolverse con políticas de corte represivo o simplemente de contención como algunos gobiernos autoritarios lo han intentado; no es construyendo muros frente a ‘los nuevos bárbaros’ como se va a frenar o regular las migraciones. Se requieren políticas más estructuradas y que dejen siempre abiertas ventanas de oportunidad, porque inevitablemente el movimiento poblacional no solamente es una realidad de los seres humanos, sino una necesidad para muchas sociedades y un derecho para las personas.
Adenda: Creo que es útil y conveniente que el Presidente Petro coloque en el debate público los obstáculos y dificultades de diverso tipo –ideológicos, políticos, de revanchas históricas, institucionales- que se oponen a los procesos de cambio y que no se resuelven solamente con maquillajes formales, como algunos(as) por momentos parecieran querer.
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