Este año se cumple el Bicentenario de uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia patria, ocurrido en nuestras tierras con asistencia de las personalidades más importantes de la triunfante campaña libertadora: El nacimiento de la República de Colombia.
La Constitución Política aprobada el 30 de agosto de 1821 consagra el nuevo régimen nacional surgido de la gesta de independencia, y dio comienzo a las nuevas instituciones jurídica y políticas que extinguieron para siempre la dominación de la Corona de España.
En Norte de Santander nos hemos quejado de la incuria con que se ha tratado este episodio fundamental en la vida colombiana, hasta el punto de que el lugar en que se desarrollaron los hechos ha quedado en el olvido y casi abandonado. Lo que queda de tan importantes edificaciones es una serie de ruinas que apenas se mantienen en pie a pesar de los años.
Pensadores propios y extranjeros aseguran que Colombia padece una dolencia deplorable que es la falta de una conciencia nacional, porque vivimos mentalmente aislados en regiones que, por falta de vías de comunicación antes y, hoy, por localismos egoístas, nos impide tener la visión de un país común. Este mal ha afectado gravemente a nuestro departamento.
El odioso centralismo es causante de la desconfianza en los poderes capitalinos por parte de los habitantes de la llamada “la provincia”, puesto que los altos funcionarios del gobierno, con frecuencia, se sienten depositarios de un poder inalcanzable y son desconocedores de la realidad de esas lejanas comarcas.
Desde hace varios meses, el Gobierno Nacional está desarrollando una amplia programación que culminará con solemnes eventos el próximo mes de agosto en Villa del Rosario, cuando se anunciarán importantes obras a desarrollar en el Departamento para hacer justicia a nuestro aporte a la consolidación de la nacionalidad.
La Academia de Historia de Norte de Santander debe ocupar un sitio principal en estas celebraciones, y ejercer sus importantes funciones como son las de colaborar en la conmemoración de acontecimientos de valor histórico, vigilar el mantenimiento de los monumentos históricos existentes, y promover la erección de otros que exalten grandes acontecimientos y personajes destacados.
Los vestigios de la iglesia donde se reunió el Congreso de 1821debería ser el Altar de la Patria, y las edificaciones aledañas tendrían que elevarse al nivel de los más importantes monumentos nacionales. Pero, en exaltar lo nuestro hemos sido demasiado modestos y, ojalá, en esta oportunidad logremos un verdadero reconocimiento nacional, no sólo retórico sino con obras significativas para bien de Colombia que, a pesar de que parece haberse olvidado, nació en nuestro querido suelo.
NOTA LUCTUOSA: Quiero expresar mis sentidas condolencias a los deudos y amigos del doctor Julio Castillo quien prestó valiosos servicios al municipio de Cúcuta y al departamento Norte de Santander, y con quien me unió una larga amistad. Que descanse en paz.
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