Y sucedió lo obvio en el Senado de la República: las mayorías “enmermeladas” terminaron cediendo a la presión extorsiva del régimen y vendieron por puestos y contratos (como suelen hacerlo) sus corruptas y putrefactas conciencias. Las canonjías y dádivas pesaron más que la salud de la República.
Era de esperarse: con la clase de congresistas que tenemos, ningún buen augurio podrá materializarse. De esa caterva de mercaderes no sale un caldo.
El aparato estatal en pleno, en cabeza de Santos, el anodino Ministro del Interior, el caricaturesco Ministro de Defensa y el resto de la bandola oficialista, secundados por el adlátere que funge como Procurador General, pusieron contra las cuerdas a los “honorables padres de la patria” para que le torcieran el pescuezo a la Constitución, aprobando la ley estatutaria de la JEP, que, como es sabido por todos, es un verdadero esperpento jurídico.
Toda la coacción y manipulación que se dio fue aderezada por los medios tradicionales de comunicación, quienes, al unísono con el régimen y sus esbirros, defendieron la “imperiosa” necesidad de sacar adelante el engendro demoniaco en comento.
Un solo alto funcionario del Estado alzó su voz opositora frente a tamaña abominación: el Fiscal General. Justo es reconocer su patriotismo y entereza, en estos aciagos momentos de la Patria.
Los “remiendos” de la JEP, confeccionados por el Senado y la Corte Constitucional, solo benefician a ese bodrio, en la medida en que le dan un barniz de legitimidad; pero, en el fondo, el monstruo seguirá siendo lo que es: una perversidad absoluta.
Así, por ejemplo, las medidas adoptadas en cuanto al régimen de inhabilidades e incompatibilidades son apenas lógicas en cualquier sistema democrático de justicia.
A las Farc les bastará con conseguir jueces sin prontuario, que ejecuten a pie juntillas el oscuro plan de la subversión: conseguir la absolución judicial de sus miembros, bajo la premisa de que fueron los gobiernos de turno y la sociedad las que los obligaron a empuñar las armas. Todos los crímenes de lesa humanidad de esos bandidos quedarán impunes.
De otra parte, que la Corte Constitucional haya dejado por fuera de esa ruin jurisdicción el juzgamiento de los terceros es el deber ser desde la óptica jurídica; pero ello no implica que en la JEP no se prefabriquen procesos, no se recauden supuestas pruebas, no se acuse a cualquier colombiano (menos a los amigos de las Farc) de haber actuado de una forma u otra con ocasión del conflicto, y no se compulsen las respectivas copias para que la jurisdicción ordinaria proceda de conformidad, lo cual sitúa al investigado en una disyuntiva macabra, como ocurría en vigencia de la Inquisición: someterse a la justicia ordinaria y a sus penas, igual de ordinarias, o entregarse a la JEP buscando rebajas. Los perseguidos por la izquierda tendrán que decidir entre el sida de la justicia ordinaria o el cáncer de la JEP, ambas enfermedades inoculadas a través de los montajes de los “zurdos” radicales contra todos aquellos opositores de sus métodos y crímenes.
Con todo y lo anterior, las Farc vociferan que la paz se puede ir al traste, por cuenta de esas decisiones. Si es así, que renuncien a la impunidad, a las curules gratis, a la no-extradición, a los escoltas y carros blindados, a sus peroratas en los medios “enmermelados”, al partido político, en fin, a todos los regalos que les dio Santos a cambio de nada.
La JEP solo será buena, cuando sea excluida por completo de nuestro sistema judicial. En el entretanto, solo es otro organismo al servicio de las Farc, que propenderá por allanar el camino de la subversión hacia el poder y la aniquilación de la institucionalidad que no pudieron destruir con las balas.
Señores congresistas y magistrados, no nos tomen por tontos: el cáncer no se cura con aspirina.
La ñapa I: Me alegra que se realice este domingo la consulta liberal. Dicho certamen será la prueba reina de la decadencia irremediable de ese seudopartido, que está secuestrado por las viejas mafias politiqueras, que tanto daño le han hecho a nuestra democracia.
La ñapa II: El presidente Santos de gira mientras el país se cae a pedazos, dizque vendiendo proyectos mineros, cuando la tan anunciada locomotora nunca arrancó, al tiempo que no ha podido garantizar, en manera alguna, las inversiones extranjeras en ese sector. ¡Ay Santos, ay Santos!