Brasil, al igual que el resto de los países de América Latina se vio muy afectado por la pandemia del COVID. Su población se empobreció y el número de víctimas fue tres veces superior a la media mundial. Bolsonaro, cuestionado presidente a la época fue de aquellos que negó de manera sistemática la gravedad de la pandemia, ocasionando que los programas de vacunación se implementaran tardía e incompleta. Ello, unido a otras graves carencias sociales facilitaron el triunfo de Lula da Silva.
Hace algo más de cien días que el presidente Lula asumió, por tercera ocasión, la Presidencia de Brasil. El cambio ha sido notorio, no siendo la política exterior una excepción, regresando dicho país a jugar un rol de mayor relevancia.
En sus primeros cuatro meses de gestión, Lula ha tenido una proactiva política exterior, lo que se refleja -entre otras cosas- en su viaje a Washington en febrero, a Beijing en días pasados, y reactivando la participación de Brasil, como ya lo hiciera Argentina, en la UNASUR. De allí que debemos mirar con atención creciente el devenir internacional de Brasilia.
Ocurre que Lula y sus consejeros, han resuelto intentar jugar un rol en las negociaciones que pongan fin al conflicto ruso-ucraniano.
Coherentemente se han abstenido de entregar armamento a Ucrania, buscando un acercamiento con Moscú, país con el cuál no debemos olvidar tiene una alianza, pues ambos junto a China, Sudáfrica y la India, hacen parte del Grupo BRICS (acrónimo de las cinco economías). Este propósito pareciera estar dando resultados, desde que el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia ha viajado recientemente a Brasilia. Con antelación, Brasil no tuvo inconveniente en votar a favor de la inmensamente mayoritaria Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenara la invasión de Rusia a Ucrania y solicitara un cese de las hostilidades, como el retiro de las tropas rusas.
De otra parte, el que Brasilia privilegie sus relaciones con China, no debiera alarmar a nadie, desde el momento que el principal socio comercial es por lejos el país asiático. De manera, que están actuando, teniendo como norte el interés nacional brasilero, sin olvidar que están situados en Suramérica, por lo que Washington juega un rol preponderante. Es por ello, que algunos analistas creen que Lula está implementando un No Alineamiento Activo, que lo mantenga en un lugar de equidistancia estratégica respecto de Washington, Moscú y Beijing.
Otro factor relevante a tener presente, es aquél que se refiere al trabajo que se viene haciendo al interior de las Naciones Unidas, para modificar la conformación del Consejo de Seguridad, en el que los cinco países triunfadores en la II Guerra Mundial: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Rusia y China, son miembros permanentes con derecho a veto, a pesar de que han transcurrido 80 años y el mundo ha cambiado mucho. Pues bien, Brasil aspira a que el número de miembros permanentes se incremente y así convertirse en uno de ellos y que el derecho a veto sea eliminado. Para conseguir tal objetivo, que ha sido declarado de interés nacional, Brasil viene guardando una fina equidistancia con tales países.
Todo lo descrito, nos lleva a preguntarnos si acaso Brasilia tiene calculado el riesgo que está corriendo si acaso el plan señalado no llega a puerto.
El riesgo principal de este juego de equilibrio estratégico, es que los Estados Unidos y Europa confundan esa posición pragmática y de no alineamiento a ellos, de una manera ideológica, como si Brasil estuviera buscando políticas de afinidad ideológica con Rusia y China.