Las propuestas del actual gobierno en relación con la Policía Nacional apuntan a su transformación y a establecer limitaciones a sus funciones. La destitución de numerosos generales, las instrucciones para que actúe a la defensiva y con extremo respeto al derecho a la protesta, anuncian que habrá una intervención a fondo en la institución. Lo que no se sabe es cuáles son sus propósitos.
¿Con sustituir el mando institucional, disminuir el número de efectivos, limitar sus funciones y trasladar la Policía al Ministerio del Interior qué se busca? ¿Es un compromiso de campaña con grupos armados? ¿Es el resultado de las visitas a prisioneros para que votaran por el candidato del Pacto Histórico? ¿Es la intención de crear una “policía política?
Cualquiera de estos interrogantes requiere una reflexión. En países desarrollados la Policía es una institución apoyada por todos los gobiernos porque es garantía de la preservación del orden público, instrumento eficaz para luchar contra el delito, y auxiliar indispensable de la rama judicial. Su debilitamiento es un camino peligroso para la tranquilidad de un país.
En las dictaduras, de cualquier tendencia, se crean policías políticas para controlar a los ciudadanos con prácticas repudiables. Son de ingrata recordación las SS y la Gestapo de Hitler; el Proceso de Reorganización Nacional (PRN) de Argentina; los Tontons – Macoutes del dictador haitiano Duvalier; la Kgb de la Unión Soviética; la Stasi de la Alemania comunista; el Sebin venezolano, sólo para citar algunos ejemplos de los muchos que ha conocido la humanidad.
La Policía Nacional cumplió este mes de noviembre 131 años de existencia, y ha tenido una evolución ascendente de acuerdo con las diversas épocas y fenómenos de la nación. Se inició con asesoría francesa para organizar los cuerpos de vigilancia que funcionaban de manera desordenada, establecer una jerarquía y capacitar a sus integrantes.
Sin embargo, cuando estuvo adscrita a ministerios politizados su desempeño fue al servicio de partidos políticos con grave perjuicio para la paz nacional. Fue a partir de 1953 cuando el Presidente Rojas Pinillas la reorganizó dentro de la estructura del Ministerio de Guerra (hoy, Defensa) y se inició su permanente modernización, la profesionalización de sus efectivos, la especialización de sus actividades y la capacitación en derechos humanos, acciones que hoy continúan.
Convertir de nuevo a la Policía en instrumento de una ideología política es el peor mal que se le puede hacer a la Institución, y el mayor peligro para la nación porque los ciudadanos de bien quedan expuestos a los intereses sectarios de dirigentes adoctrinados.
No hay duda de que deben corregirse los defectos que acuse la Institución y extremar las medidas de investigación y sanción para quienes deshonren su uniforme, pero no deformarla hasta el punto de ponerla al servicio de la política.
Una función que merece revisarse es la del control del tráfico urbano para evitar que el policía tenga un contacto directo con los infractores, que propicia el soborno. Con las nuevas tecnologías, los comparendos lo deben registrar las cámaras inteligentes y, como se está haciendo en Bogotá, un cuerpo municipal desarmado debe actuar para prevenir las infracciones y atender los accidentes de tránsito con la intervención de las compañías de seguros.
ramirezperez2000@yahoo.com.mx
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