Las mariposas cuentan en su ruta colorida que los sueños son -siempre- una profecía, como el pétalo abierto de polen al colibrí, los besos que envían los niños con la mano o las palabras musicales de la memoria feliz.
Son los rezos de las madres, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús -patrono de Colombia-, la sombra de los valores tejida con hilos de amor o las flores renaciendo en un viejo y seco tronco a la vera del camino.
Son las noticias que trae el viento del retorno del romanticismo, de los pájaros que se posarán de nuevo en las fuentes de los jardines, las gotas de lluvia esparciendo su sonido peregrino y el aroma de la vida perfumado de nubes.
Son el recato, la caballerosidad, la ternura, la urbanidad, el estudio, las aves circundando migajas de pan y frutos, el café humeante, la conversación cariñosa y la mecedora esperando una cabeza anciana.
Son los recuerdos repasando las orillas de la serenidad amable y apacible, la nobleza, la fe y las semillas regadas con ilusiones, para dar testimonio de que una savia fresca nutre de infinito el corazón.
Son las cicatrices de la bondad restañada de sus heridas, que se curaba bajo las alas de los ángeles de la guarda, la luz y las voces del silencio, en una cosecha que habrá de venir en el nuevo tiempo de las auroras.
Son la simetría bella entre las tradiciones y la querencia de la vida, el regreso de la verdad, la transferencia de nostalgias, todo, para despertar al mundo con una cantata bonita del rocío.
