Cuando el nuevo gobierno se canse de intentar ponerse la constitución de ruana en complicidad con toda la maquinaria, lo esperan una explosión de necesidades que carecen de financiación y tiene que cumplir la promesa de reducir impuestos corporativos, en el ambiente restrictivo de la regla fiscal.
En la actualidad el ingreso del gobierno central por todos los conceptos es aproximadamente 15.1 por ciento del PIB, y el tributario que proviene en un poco más del 90 por ciento del impuesto de renta y del IVA es del 13.6 por ciento del PIB, muy inferior al promedio del mundo (15.2%) y al de la OECD (15.6%), y del mismo orden de magnitud mayor que el de América Latina (13.5%). Los ingresos de la región son porcentajes del PIB similares a los relacionados. Solamente Chile tienen ingresos tributarios superiores al 17 por ciento del PIB. Lo que esto indica es que en Colombia se puede aspirar a lo sumo a un aumento de los ingresos tributarios del orden de 2 por ciento del PIB, y en el extremo del 3.5 por ciento para alcanzar a Chile. Esta es una meta casi imposible, si se tiene en cuenta que las reformas tributarias en Colombia recaudan usualmente medio punto del PIB.
Sin embargo, el gobierno entrante espera recaudar un poco mas de 2 puntos del PIB por concepto del programa que propone de control a la evasión, lo que equivale aproximadamente al 50 por ciento de la evasión estimada. Esto no se ha logrado desde que se reformó la DIAN a comienzos del gobierno Barco, y no tendría sentido hacer un recorte del impuesto corporativo con base en ilusiones. Se tendría que demostrar antes que lo previsto en reducción de la evasión es posible. Aún en ese caso, si obtuvieran el ingreso adicional, lo absorbería inmediatamente la reducción prometida del impuesto corporativo (1.5% del PIB) y la disminución del déficit fiscal admitido por la regla ídem (0.5%). Los dos frentes en los que hay que trabajar son el de la mermelada y el de los impuestos individuales de renta de los colombianos de mayores ingresos.
El gobierno entrante ha prometido que no utilizará mermelada para hacer asegurar su gobernabilidad. Si cumpliera este compromiso muy posiblemente se podría reducir el gasto por lo menos en el equivalente a 2 puntos del PIB. Los últimos desarrollos no dan pie para confiar que esa promesa se va a mantener.
Entonces, el recurso que queda es reformar la estructura del impuesto de renta a las personas naturales de tal manera que la tarifa efectiva de tributación, después de costos y deducciones, rentas exentas, e ingresos no constitutivos de renta aumente a medida que sube el nivel de ingreso. Hoy sucede lo contrario. El 1 por ciento más rico pagaba impuestos solamente sobre el 40 por ciento de su ingreso antes de las dos últimas reformas tributarias. El 0.01 por ciento más rico pagaba proporcionalmente menos pues solo se le gravaba el 20 %. de su ingreso. (Facundo Alvaredo y Juliana Londoño, “High Incomes and Personal Taxation in a Developing Economy: Colombia 1993-2010“, Tulane University, 2013). Si estos dos grupos pagaran impuestos sobre por lo menos el 70 por ciento de sus ingresos aumentaría el recaudo anual alrededor de 1.6 por ciento del PIB. No parece ser un cambio que pase sin dificultades.