El 4 de julio de 1991 se expidió la actual constitución política, es decir, hoy hace 30 años. Es un tiempo suficiente que permite hacer un balance de lo que ha sucedido con ese texto. Si un historiador hiciere un relato de nuestro pasado, sin duda que encontrará muchas tragedias, mucha violencia desde el mismo comienzo de nuestra historia. “La navidad negra”, o la noche de los rifles, se le denominó a la violencia que se presentó en esa navidad de 1822 en la ciudad de Pasto, se afirma que a instancias de Bolívar, contra algunos de sus pobladores que eran afectos a los intereses realistas. El ADN de la actual violencia, de los problemas que tenemos hoy en día comienzan desde allá.
La historia de Colombia pareciera que estuviere compuesto por diversos y sucesivos fragmentos de violencia, recurrentes y sucesivos. En 1989, se presentó el asesinato de 3 candidatos presidenciales: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro. Vivíamos en la zozobra, con el temor de las bombas que por esos días colocaba el cartel de Medellín. Caían asesinados periodistas, jueces, la toma del palacio de justicia en 1985; un avión a la salida de Bogotá explotó por una bomba. El país era un caos y toda esa zozobra hizo que en el año 1991 hiciéramos un nuevo pacto social, tratando de encontrar la armonía y la paz. Ese fue el origen de la constitución que firmamos hace hoy 30 años.
¿Conseguimos la paz que era el gran propósito? ¿Cuál es el balance de la constitución 30 años después? Con lo que estamos viviendo por estos días, la paz es muy lejana en nuestro país, se ha convertido casi en una utopía. La generación de jóvenes que nacieron en los años 90 lo hicieron en medio de la violencia de las bombas, los secuestros y los días del cartel de Medellín; hoy en día viven en otra forma de violencia, como mejor lo expresara aquella película de Víctor Gaviria, “Rodrigo D no futuro”. Esos jóvenes que nacieron en los 90 viven en la frustración, en el NO futuro. En muchos casos para esos jóvenes ya no es suficiente un título profesional, porque aún con título, sus posibilidades laborales son muy precarias. Hoy gran parte del día a día de un joven profesional en Colombia es el de estar presentando hojas de vida en uno y otro lado, y si tiene suerte, le hacen un contrato de 6 meses sin prestaciones sociales.
Ahí fracasó la Constitución del 91. Enunciamos y quedaron escritas muchas disposiciones que no tienen aplicación alguna. “Todo colombiano tendrá derecho a una vivienda digna, todos los niños tendrán una alimentación adecuada”, dicen algunos de sus artículos. Económicamente en América Latina y Colombia, en estos 30 años, lo que sucedió es que mucha gente salió de la pobreza y pasó a ser clase media, con nuevas expectativas y sueños. Antes de la pandemia el sistema político no había logrado darle una posibilidad a esa nueva clase media, a los jóvenes, de por sí las cifras de desempleo eran preocupantes. Con la pandemia todo se vino a tierra. El crecimiento de los últimos 10 años se perdió. Se calcula que la recuperación puede tardar una década.
Uno de los grandes fracasos de la Constitución del 91 sigue siendo la administración de justicia. 30 años después sigue siendo lenta, parsimoniosa e ineficiente y para completar, con un episodio horroroso, “El cartel de la toga”. En el caso de la fiscalía, una institución nueva, los niveles de impunidad en el país siguen siendo muy altos. Un gran fracaso de la constitución del 91 sigue siendo la administración de justicia.
Hoy, Colombia no necesita una nueva carta política ni referendos, con la que tenemos es suficiente. Otro gran fracaso de la constitución del 91, seguramente el principal, la clase política: desconectada, de espaldas al país, encerrada en sus intereses. El tema es muy extenso. En una próxima columna retomo reflexión.