Lo que ha sucedido en los últimos 8 días en el país es casi de ficción, inverosimil, nadie lo podía preveer, como para alguna de aquellas novelas fantásticas de Julio Verne. De que pudiera perder el plebiscito el domingo pasado no estaba en las cuentas de nadie, el SI ganaba sin atenuentes y hacia las 6 de las tarde cuando comenzó a ganar el NO en el conteo del 90% de los votos, todos quedamos atónitos, la sorpresa no podía ser mayor, nadie lo podía creer tratando de hilvanar alguna idea posible sobre lo que podría venir. Había quienes aseguraban que al otro día muy temprano empezaba nuevamente la guerra. Caracol empezó a entrevistar a gente en la calle, y una transeunte, con emotividad y llorando alcanzó a decir “Este es un país de mierda, Uribe ganó y tendremos más muertos”. Rodrigo Lara en su primera declración hablaba de una debacle y pidió la renuncia de todos los responsables.
De lunes a jueves, la incertidumbre total, el caos, la confusión sobre el futuro de los acuerdos y del país, que a pesar del Nobel, hoy persisten. Aquí hago un breve análisis del tema jurídico constitucional: el hecho de que el NO haya ganado, no creo que lo acordado quede enterrado. La mayoría de los colombianos dijeron NO a ese acuerdo, cuya principal discrepancia era que la guerrilla no pagara un solo día de cárcel y el derecho a participar en política. Esa propuesta no tuvo respaldo popular, hay que replantearla, pero no se trata de empezar nuevamente de cero. A pesar del resultado del plebiscito el presidente no pierde de ninguna manera sus competencias constitucionales para tratar de buscar la paz, expidiendo por ejemplo algunos decretos en ese sentido. En este punto, el balón queda en manos de las Farcs, quienes deben estar ahora en la Habana analizando hasta dónde ceden, o que harán de aquí en adelante.
Hasta el pasado jueves Uribe era el ganador indiscutible, y desde luego que comenzaban a tejerse algunas especulaciones con mucha coherencia que apuntaban a que tenía toda la fuerza política para propiciar una asamblea constituyente, escenario que le permitiría apobar nuevamente su reelección. Hasta el jueves pasado todo ello era posible. Pero nuevamente las barajas de la política en Colombia debían jugarse porque muy de madrugada llegó la noticia del Nobel para el presidente Santos. Todo cambió, seguíamos en un país de ficción. Ahora la consecuencia política del premio es que mientras la mayoría de colombianos dijeron No al plebiscito, el mundo dijo SI a la paz, y es el segundo nobel para un colombiano.
Aquí ya viene una anédocta que no agunto las ganas de recordarla, a riesgo ser muy trivial cuando en el 82 se ganó el Nobel de literatura. Cuenta Juan Gossain que salió muy de madrugada por la jiménez en Bogotá a entrevistar a la gente sobre lo que opinaba del premio, y por allí encontró a una prostituta a quien entrevistó, y ante la pregunta de cómo se había enterado de la noticia de Oslo : “Me lo contó el último de mis clientes”. Hasta aquí la anécdota, porque la clave de lo que pueda suceder de ahora en adelante con la paz en Colombia, es que lo que se acuerde debe hacerse en un término razonablemente rápido, que no pase de este año, ojalá en momentos en que Santos esté recibiendo el premio en Noruega el 10 de diciembre, porque ya el 2017, es el año de los precandidatos a la presidencia, y ahí nuevamente el asunto se complica. En definitiva, como mejor lo gráfica uno de nuestros libros de lo que pasa en este país, hay que “Vivir para contarla”.