En este nuevo año asistimos a un proceso político desconcertante que nos deja grandes inquietudes. Varias declaraciones presidenciales y de altos funcionarios sugieren unos cambios importantes, algunos de los cuales al poco tiempo se rectifican o se cambian los términos de sus anuncios.
Decir, por ejemplo, que las carreteras que se están construyendo en Colombia con tantas dificultades no son necesarias porque se gastan demasiados recursos, contradice el concepto tantas veces repetido de que una de las mayores causas de la poca competitividad de nuestra producción es el mal estado de las vías. El transporte de mercancías es más costoso en el interior del país que el marítimo entre nuestros puertos y los de destino.
Esto no excluye que se deba avanzar en las vías secundarias y terciarias en las que, por cierto, los recursos que se invierten en ellas tienen unos orígenes distintos a los privados con los que se financian las carreteras de últimas generaciones.
El propósito de liberar a ciudadanos que han sido detenidos o condenados por delitos contra la infraestructura urbana o la propiedad privada deja muchas dudas sobre el respeto a las decisiones de la justicia. Hasta ahora habíamos entendido que uno de los pilares de nuestro Estado de Derecho es la autonomía de los poderes públicos.
Afirmar que se van a vincular miles de jóvenes para una labor remunerada imprecisa, sugiere que la finalidad es reclutar a un enorme contingente de futuros votantes. Es algo parecido a lo que se hizo en Venezuela con los llamados “colectivos bolivarianos” a quienes se fue armando paulatinamente para convertirlos en un ejército informal. ¿Para eso son los recursos que se obtendrán de la reforma tributaria tan controvertida?
La incongruencia del anuncio presidencial del alto al fuego acordado con varios grupos subversivos que fue desmentido por el ELN, es un hecho de enorme gravedad para las instituciones nacionales y para la tranquilidad de los ciudadanos. En el momento de escribir este artículo no se conocen las consecuencias que tendrá el desmentido del grupo armado y de los otros cuerpos involucrados.
El deseo de los colombiano ha sido siempre el de alcanzar la paz. Por eso, los intentos que se han hecho y que se hagan para conseguirla reciben el beneplácito de los ciudadanos, a menos que se advierta un engaño de alguna de las partes que conlleva a una desesperanza cada vez mayor.
Igualmente, el deseo de la mayoría es que el gobierno acierte en sus planes y programas para disminuir la pobreza y ofrecerle al ciudadano seguridad y confianza. Por tanto, cuando se cometen graves errores en la conducción del Estado, todos nos preocupamos por la suerte de Colombia.
En este momento el ánimo de muchos colombianos es de zozobra, inseguridad y temor. Por eso quedan flotando en el ámbito nacional muchos interrogantes que ojalá se despejen favorablemente.
A mis lectores les expreso los mejores deseos para que el año 2023 los reciba con salud y bienestar.
ramirezperez2000@yahoo.com.mx
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