"Dando vueltas al atajo". Esos versos de Antonio Machado me vinieron a la cabeza al ver la lista final a elecciones regionales. Políticos pasando del Concejo y la Asamblea a alcaldías y gobernaciones; alcaldes y gobernadores repitentes, cuyo recuerdo no es el mejor; adobo de "líderes sociales" a tono con el Cambio en reversa; y más de lo mismo elección tras elección. Dando vueltas al atajo.
Entre los aspirantes a la alcaldía de Cúcuta, casi la totalidad son de profesión político-funcionario público, saltando de cargo en cargo sin tener las competencias. En cualquier caso parece que tendremos más de lo mismo que hemos conocido por décadas, aunque los programas de gobierno podrían mostrar alguna luz al final del túnel. Si son del tipo eslogan de coaching, como los nombres de los movimientos por firmas, la cosa pintará muy mal.
Es impactantemente llamativo que hay quince nombres apoyados de una u otra manera por diecinueve partidos. La atomización política es un fenómeno que refleja bien que las empresas electorales son el verdadero “negocio” político en Colombia. Otra evidencia que llama al pesimismo.
Los colombianos, como en cada elección, están más contentos por lo que se va que por lo que llega, que no es el caso de Cúcuta, donde la administración Yañez aunque no cubrió las expectativas, fue mejor que lo que venía. En Bogotá, Medellín, Cali o Cartagena, votantes arrepentidos esperan que las cosas cambien, aunque, como en Cúcuta, en algunas las señales llaman al pesimismo. Es más de lo mismo en una elección crucial para ver si podemos enmendar el error de la última elección presidencial o si a partir de octubre el cambio se vuelve torbellino.
La única salida constitucional que le queda a este país es obligar al poder legislativo, hoy convertido en mercado de votos, a desarrollar el otro eje de la Constitución de 1991, la descentralización, única manera de reducir poder a un centralismo asfixiante y esterilizante de la economía y la vida social. Pero como obligar a los parlamentarios a “enderezarse” es tan difícil como pedir coherencia a Petro, desde las regiones deberían crearse fuertes movimientos “realmente” ciudadanos (nada con la palabra social, que termina convertido en activismo izquierdista) que impongan legislación por manifestación directa del pueblo. Ello implica que los nuevos gobernantes deberían impulsar la necesidad de la descentralización y no permitir que la burocracia nacional actúe como corregidora, actuación que cada día se hace más visible ante la aceptación del modelo del estado nacional omnipresente.
El profesor de administración Jean Paul Sallenave decía que la empresa excelente debe contener tres características: saber, saber hacer y hacer. Concepto, técnica y experiencia. Los alcaldes, que se conocen como la cabeza ejecutiva del poder público local (metropolitano), deben por tanto ejecutar, impulsar obras, mejorar la calidad de vida y el bienestar ciudadano. Y ejecutar no es definir la movilidad mediante el pico y placa y el “negocito” de las cámaras. Ejecutar no es declararse príncipe todopoderoso del territorio, sino guía en el camino al desarrollo sostenible. Ejecutar no es regalar balones y camisetas con el presupuesto público o pagar publicidad para decir que va a hacer lo que no tiene idea como hacerlo.
Ser ejecutivo es tener claro el concepto de lo que se necesita: descentralización para una adecuada planificación desde lo local y claridad en la vocación económica de la ciudad. Saber hacer es tener experiencia en la técnica “política” que permita reordenar políticamente el territorio, pero también en gestión administrativa que impulse una planificación basada en la información y en metodologías como desarrollo orientado por el transporte. Hacer, es desarrollar infraestructura, la base del desarrollo y promover su financiación privada. Que sea humilde para entender que el solo es la cabeza de un equipo, que sepa rodearse de la gente adecuada, y que tenga la inteligencia y el carácter de líder para guiar equipos de alto nivel.
Es mejor soñar que tener pesadillas.