Cuando se aproxima uno a las noticias de prensa, de inmediato queda impactado por las informaciones de primera plana que dan cuenta de aterradores fenómenos climáticos representados en huracanes, lluvias devastadoras en algunos sitios, sequías exterminadoras en otros, movimientos telúricos que llegan a la categoría de terremotos y altas temperaturas que además activan toda clase de virus y bacterias que atacan a la población.
Todo ello parece repotenciarse, pues el planeta está reaccionando de manera desesperada frente a los fenómenos de contaminación y la depredación que constantemente padece.
En Colombia ya se anuncia por parte del ministerio de Agricultura que 742 municipios tendrán problemas de falta de agua por causa del fenómeno del Niño; que 1,7 millones de cabezas de ganado se verán seriamente expuestas por la falta de agua y alimento; también que los embalses han comenzado a bajar sus niveles y que puede existir el riesgo de una merma considerable en la generación de energía que puede afectar la producción industrial y también a los hogares.
El gobierno anuncia que requiere de $566.000 millones para mitigar estas afectaciones, pero mientras tanto la contaminación de las aguas sigue, la deforestación no se detiene, casi cinco millones de personas todavía cocinan con leña, y según el estudio de Promigas, una de cada cinco personas en el país está en pobreza energética.
Muy tarde estamos pensando en un programa de largo plazo que permita a toda la población educarse para la conservación del medio ambiente y ser responsable de su compromiso y de su aporte. A estas alturas los colegios y universidades tienen un déficit de instrucción en esta materia, lo que implica que estamos formando ciudadanos desalmados con el medio ambiente, en donde no es posible visualizar el impacto del cambio climático, ni tampoco los compromisos de cada persona frente a la conservación de la naturaleza.
Nos encontramos frente a un proceso electoral para definir las autoridades locales y regionales, que gobernarán en los próximos cuatro años; sin embargo, tema ambiental no se toca de manera prioritaria, por la creencia de que no da votos. Tal vez la conclusión tenga razón, pero no es posible esperar votos de un tema en el cual no se ha inculcado la conciencia y el interés que merece. Hay que invertir en la formación del ser humano para que se puedan obtener dividendos tangibles y de verdadero impacto.
Es importante buscar recursos para reparar los daños que producen las lluvias, las sequías, los ciclones, los derrumbes, pero también hay que conseguirlos para atender el déficit de educación que tiene la población, y por qué no decirlo, también nuestros gobernantes que no se han detenido a pensar en qué van a hacer para enfrentar el futuro de la sociedad que se aniquila en medio de la indiferencia, el desorden y la anarquía ambiental.
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