Una de las actividades más profundas e interesantes que se puede hacer en una ciudad es cuando su gente se reúne para recordar sus anécdotas, su historia, sus costumbres, y esa fue la tertulia que el pasado jueves en las instalaciones de la biblioteca pública se hizo de la mano de las crónicas que ha escrito para fortuna de Cúcuta Gerardo Raynaud Delaval.
Fue un encuentro grato y maravilloso en donde recordamos muchas anécdotas y sitios de la ciudad.
Entre otros, se mencionaron sitios de los años 50 como la Caseta Campestre, lugar ubicado unos pocos metros más adelante en el barrio San Luis de la Piscina Moreno, vendía comida típica cercano a otro famoso que se llamó Rondinela.
Alguno de los presentes mencionaba los chicharrones que se vendían. Entre las tiendas famosas de la época, igualmente se recordó Rosa Blanca, en la esquina de la calle 10 con avenida novena en el barrio El Llano que surtía con sus productos incluso a familias del centro.
Una de las tiendas que viene de esos años, que sobrevive aún en la misma esquina de la segunda con 11, es la tienda de Mojica.
Se asegura que su propietario era un hombre rudo, malhumorado que por allá en los años 70 dio lugar a una columna de Miguel Méndez Camacho que la tituló “Haga reír a Mojica”.
Parece que algunos lo han intentado, pero sin mucho éxito.
Un restaurante de la época, Don M, en el barrio Escobal - le gustaba a mi padre - que aún en los años 70 llegar hasta allí era casi un paseo.
Uno de los italianos que afortunadamente se han quedado por estas tierras, el restaurante Don Mario en el Bosque Popular.
Alguno de los contertulios citó uno de los más típicos, Aquí me quedo de la Turra Petra, por los lados del cementerio, no tan lejos de otro sitio que ya no es precisamente gastronómico, pero es ya de las leyendas de la ciudad, La sorda, que alguien también lo citó.
Cúcuta fue una ciudad que en los años 50 alcanzó a tener 2 aeropuertos.
En alguna ocasión un alemán aterrizó en un biplano en la planicie de San Luis en una aeronave que se llamaba La Gaviota, y ahí nació un aeropuerto en esa localidad.
Hubo espacio para recordar un accidente que impactó la ciudad, cuando el aerotaxi HK – 559 a comienzos de 1968 se dirigía a Cúcuta con gente reconocida en la ciudad, y cuando el avión volaba a la altura de Ocaña proveniente de Curumaní, intempestivamente el experimentado piloto avizora mal tiempo, y trata de regresar a la tierra de los Caro sin éxito.
Ahí fallecieron entre otros el gerente regional de Avianca don Tulio Zambrano y Gabriel Neira Rey. Otro accidente que conmocionó la ciudad, el día 21 de junio de 1968 cuando las jóvenes estudiantes de las Hermanas de la Presentación de Bochalema se estrellaron y fallecieron 21 niñas, entre ellas algunas venezolanas.
El Mono Durán, en algún momento de la tertulia tomó la palabra y recordó personajes y sitios que son inolvidables, como historias casi inverosímiles en el Convento de las Clarisas, o la gallera que en algún momento existió en el lugar en donde hoy se construye la Fiscalía. Otro recuerdo que lo desconocía, enterarse que lo que hoy en día es la cancha de futbol en el barrio Carora, antes había sido un cementerio. El médico Eduardo Delgado relató con versatilidad algunas de las anécdotas cuando en las instalaciones de la actual biblioteca, hace algunos años, funcionó el hospital de la ciudad. Para no olvidar por ejemplo cuando en los años 80 hubo un fuerte temblor en la ciudad, y cuando salió de la sala de cirugía, encontró que todos los enfermos se habían ido al parque ante el miedo por el fuerte movimiento telúrico. Fue tan fuerte el temblor, que “algunos enfermos con fracturas salieron corriendo al parque”
Néstor Perozzo hizo una reflexión sobre el valor y la importancia de la literatura, como una de las únicas opciones en las que el ser humano se acerca a la inmortalidad. Una vez nuevamente gracias a Patrocinio Ararat por promover tesoneramente este espacio de reflexión y cultura, que nos permitió al menos por unos minutos dejar de hablar de política y el Mundial, ¡y eso ya es una maravilla!