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Cúcuta y la patria boba
Para administrar lo público no bastan las buenas intenciones, sino que es necesario el conocimiento y la experiencia.
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Viernes, 29 de Diciembre de 2023

Nuestra historia cuenta que el 20 de julio de 1810, figuras criollas como José Acevedo y Gómez, Antonio Nariño, Camilo Torres deciden conspirar y enfrentar a las autoridades españolas asentadas en Santafé, aprovechando la situación de crisis por la que atravesaba la monarquía.

El episodio del “florero de Llorente”, fue apenas eso, un episodio que concitó lo que algunos han dado en llamar “revolución”, aunque nada más lejos de la realidad que este calificativo para lo que ocurrió. La revuelta creó una Junta de Notables que fue deslegitimada por la población cuando, siguiendo las arengas de José María Carbonell, distintos sectores de la población armada pidieron la convocatoria de un Cabildo Abierto que no solo los representantes de la monarquía sino también de la oligarquía criolla, rechazaban.

El alboroto impetuoso de independencia de las viejas costumbres, fue ahogado, entre otros, por la incapacidad de sus convocantes para hacer realidad la transformación que a gritos reclamaba el pueblo.

Al período posterior, comprendido entre 1810-1816, se le llamó “la patria boba”. Indalecio Liévano Aguirre, así la describe: “…dicha época con el supuesto predominio de personalidades generosas y tan apegadas a ideales altruistas y románticos, que sus errores se juzgan por anticipado…como el producto involuntario de un noble idealismo, que no les permitió percibir, a tiempo, la realidad”.

En Cúcuta, el próximo 31 de diciembre, termina el período de la patria boba comprendido entre 2020-2023, cuando llega el alcalde Jairo Yáñez, con un discurso, no tan elocuente como el de José María Carbonell, pero si altisonante no solo por el uso del megáfono sino por las frases utilizadas y las promesas ofrecidas e incumplidas de lucha contra la corrupción y transformación de la Ciudad.

Hoy, despedimos este período como lo escribe Liévano Aguirre: “…la lamentable ceguera e insensibilidad que les distinguió en todos los momentos en que requería una auténtica comprensión de las necesidades y esperanzas de nuestro pueblo, fue el origen de su rápido desprestigio y la causa de esa atmósfera de mediocridad que le imprimieron indeleblemente a su época”.

Basta con recordar la manera errática y el tiempo gastado por varios de sus inexpertos funcionarios que sometieron a una desgastante prueba error, a la administración pública de la Ciudad, comenzando por el mismo Alcalde. Esto demostró, que para administrar lo público no bastan las buenas intenciones, sino que es necesario el conocimiento y la experiencia.

En lo personal, para mencionar tan solo uno de los temas, el cacareado discurso de las finanzas saneadas, me dejan, por un lado, la duda de si en efecto en materia predial se recaudó todo lo que se debía y si la caja llena que según el alcalde le deja a su sucesor es un acto de honradez en el manejo de los recursos o una gestión antieconómica, que demuestra la incapacidad de ejecución de obras urgentes y necesarias.

Pero, independientemente de la herencia buena o mala que deja Yáñez en materia de obras, lo más triste y grave fue el haber dilapidado estruendosamente el capital político independiente que lo eligió y la falta de grandeza y liderazgo para sentar las bases de la construcción de un modelo político disruptivo y alternativo. No hacerlo, casi que devuelve el péndulo de la historia política de Cúcuta a las horas aciagas de ciertas administraciones.

Ojalá que la juventud, la capacidad, la perseverancia y la sintonía del Alcalde Acevedo con las urgencias y necesidades políticas y administrativas de Cúcuta, impida que se vuelva a repetir lo ocurrido en el período de la patria boba cucuteña de 2020-2023. 


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