David Bonells Rovira, hubiera merecido un poema en los momentos tristes de su partida, porque su itinerario intelectual fue una aventura lírica y arquitectónica, y la arquitectura no es más que música congelada o un poema que junto con la técnica y lo necesario otorga belleza en el espacio incierto de la ciudad. Quisiera resumir a David en dos aspectos, quizás para mí o para muchos los más valiosos de su persona y de su trabajo. Uno es el poeta y otro es como amigo. El poeta que es también arquitecto del cual puedo enumerar sus múltiples apuntes y escritos fingiendo que algún fragmento de su enseñanza sobrevive en los libros impresos, pero prefiero recordarlo por su independencia intelectual y sensibilidad cívica, porque tardará tiempo en nacer, un ciudadano así, tan sensible y lucido que supo plasmar en sus letras, obra y enseñanzas sus deseos de poeta pero también se conformó con ser un arquitecto extraordinario al que hoy recuerdo con palabras que lloran.
En esos apuntes, en los blocks amarillos, quedó el íntimo itinerario de sus reflexiones. Ojalá alguien alguna vez edite los blocks de David y nos haga un favor a todos, porque en ellos están de manera fragmentada sus reflexiones ante las contradicciones urbanas donde busca la razón. Apuntes en los que de su mano y pensamiento quedaron muy valiosos aportes al estudio Cúcuta 2050 Territorio Futuro(Camacol – Cámara de Comercio de Cúcuta, 2015), donde quedaron las más acertadas ideas para el desarrollo urbano de nuestra ciudad al largo plazo. Esos apuntes eran apenas la punta del iceberg de su pensamiento e ideas.
Y el otro aspecto, o el otro David que quiero destacar, es el David amigo, porque presumí serlo... El David colega que, de una forma generosa e incansable, compartió sus enseñanzas en búsqueda de los valores de una ciudad diferente a la que lo vio nacer. Nuestros pasos se cruzaron desde los tempranos años en las cátedras universitarias en aquellas instituciones y generaciones que tuvieron la fortuna de aprender de él; compartimos historias y reflexiones sobre la ciudad, así como textos no solo de arquitectura y urbanismo; tutor y guía en diferentes proyectos de ciudad junto con colegas que hoy lamentamos su partida. Alto y de caminar pausado, enfundado casi siempre con alguna prenda de lino y una cabeza canosa que infundía respeto antes de desentrañar cualquier asunto que no excluía cáusticas críticas mordaces.
Durante todo este tiempo disfrutamos de su amistad y apoyo. Mientras dura el dolor, se hablará de sus textos, de su trabajo como arquitecto y recordaremos su diálogos y extraordinaria impronta pedagógica, pero yo prefiero hoy escribir estas líneas recordándolo como quien siempre tuvo un pie en la poesía y otro en el urbanismo, fiel a su trabajo quien un día del 2023 tuvo un gran tropiezo en un despacho municipal y fue cuando me enteré de que sus dolencias eran graves, pero esto no le impidió seguir activo hasta el final con emotivos aportes profesionales hasta el final con la misma agudeza creativa y sensible de sus poesías.
Hoy la huella de David se desdibuja con sus cenizas sin que quepa el consuelo fugaz en su amistad y sus enseñanzas que nos recuerdan la fragilidad de la existencia y lo seguro del olvido. El 12 de enero de 2025, la ciudad ha perdido la belleza de sus poesías, los arquitectos, lo hipnótico de sus enseñanzas y sus amigos, como yo desde la distancia, a un gran maestro fiel, que hoy quiero imaginar cómo alguien que se fué, pero se quedaron los pájaros cantando.
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