La pausa en las negociaciones con el Eln se superó con un comunicado conjunto en el que se ratificaron los compromisos de permanecer en la Mesa y de lograr en este ciclo los acuerdos de cese al fuego bilateral y nacional y de participación de la sociedad.
No será fácil, porque el cese al fuego es inseparable del de hostigamientos a la población por las actividades ilícitas del Eln, como ambos lo son de la participación de la sociedad.
En efecto, si el cese al fuego es solo entre la Fuerza Pública y el Eln, nunca será posible mientras no cesen las actividades ilícitas, porque la Fuerza Pública está obligada a perseguirlas y a defender a la población del fuego cruzado entre grupos ilegales, convertido en azote de los territorios. Igualmente, tampoco será posible que la sociedad participe “libremente”, hostigada por el sometimiento que genera ese entorno de violencia.
Ahora bien, el cese al fuego y de hostilidades son inseparables de la participación, mas no iguales; tienen prioridades y tratamientos diferentes, aunque siempre relacionados. ¿Cuál es entonces la prioridad?
Cuando el Eln declara que el corazón del proceso es la participación de la sociedad, no le ha preguntado a esa sociedad cuál es para ella el corazón del proceso. Para el Gobierno, por el contrario, el diálogo con el Eln es “coherente con la súplica constante de las comunidades para cesar la violencia (…) porque el pueblo nos juzga por lo que sucede en los territorios”. Esa es la vara con la que miden las negociaciones los afectados y el país todo.
Es importante la participación, pero es más importante garantizar primero la vida, la seguridad y la libertad de quienes queremos que participen ¿Cómo proteger a la población que se invita a participar?
La respuesta debe inspirar el acuerdo sobre cese al fuego, pues están de por medio miles de compatriotas que sufren y están pegados a la esperanza. Un proceso exitoso con el ELN, sin disidencias ni renegados; con realismo y, sobre todo, con “voluntad”, que debe haberla, mandará un gran mensaje positivo, aunque solo sea un paso hacia la paz.
Entretanto, el Gobierno seguirá lidiando con las mafias y las nefastas externalidades del proceso con las Farc, como las disidencias de Iván Mordisco, que lo acusan con desfachatez de incumplimiento, porque la Fuerza Pública no se queda impasible mientras se dan bala con unos y otros, y agreden a la población por el control territorial que protege sus rentas ilícitas.
Esa violencia dispersa es un riesgo del cese nacional, pues cualquier incidente puede ser “fósforo en gasolinera”. Por ello coincido con la propuesta presidencial de uno regional y progresivo, con controles, resultados tempranos, acciones humanitarias y la presencia del Estado con “brigadas de bienes públicos”, el arma eficaz contra el narcotráfico y la violencia, porque ese bienestar esquivo es el verdadero camino hacia la paz.