En mi columna anterior, hice un recuento de cómo se había desarrollado la milicianización en Colombia en donde los grupos al margen de la ley, con el desarrollo del Plan Colombia, se dieron cuenta que militarmente no eran capaces de enfrentar a la fuerza pública, por la superioridad tecnológica, logística y operativa; y migraron hacia la milicianización de la defensa de los cultivos y los laboratorios.
Esto quiere decir que ya no eran ellos los que sacaban la fuerza guerrillera regular que podía ser atacada por el ejército, sino que exponían a la población organizada, que por temas de derechos humanos y temas políticos eran intocables, frenando así, la capacidad de uso de la fuerza del ejército y prácticamente logrando paralizar su operatividad en relación con el narcotráfico. Lo que no pudieron con los misiles, lo lograron con esta estrategia.
Una de las tácticas permanentes de los grupos guerrilleros es controlar la población civil para poder dominar el territorio. Las FARC son un ejemplo perfecto; contaban con 4 estructuras grandes. Uno, el PC3, conformado por personas de la organización que prestaban servicios de carácter político que se fueron infiltrando en varios sectores de la sociedad y, que por supuesto, negaban cualquier relación.
Hoy varios de ellos hacen parte del gobierno o son militantes del Pacto Histórico. Dos, las Milicias Populares que eran individuos que les ayudaban en los negocios y al tema político con algunos sindicatos y organizaciones campesinas e indígenas. Tres, las Milicias Bolivarianas que eran estructuras armadas clandestinas que hacían acciones de terrorismo, sembraban minas antipersona o hacían plan pistola. Y, cuatro, las cuadrillas que son las estructuras armadas que manejaban también el negocio de la coca. Esta estructura miliciana les permitía manejar la política, la logística, la economía y las acciones terroristas clandestinas.
El gran problema del proceso de paz con las FARC es que el gobierno no exigió en la negociación el desmantelamiento de estas milicias; por tanto, hoy siguen más activas que nunca.
En el año 2009, como consecuencia de los grandes golpes militares que recibieron las FARC, cuando asume la jefatura Alfonso Cano, este anuncia un giro en la estrategia ya que consideraba que estaban perdiendo la guerra, por el distanciamiento con la población civil. Esto significó que le apostaran a la milicianización, reestructurando toda su fuerza clandestina para infiltrar las organizaciones sociales. En ese momento crean el movimiento Marcha Patriótica con Piedad Córdoba.
Por su parte, el ELN constituye su organización en el Congreso de los Pueblos. Estos terroristas siempre han tenido una estructura política con brazo armado y por eso se dice que cuando dominan, lo hacen de verdad, ya que ejercen poder sobre todos en el pueblo: el cura, el periodista, el alcalde, el de la tienda etc. Esto se ve, claramente, en Arauca y en algunos pueblos del norte de Santander.
Trayendo todo esto del pasado al presente, el problema es que ahora, confluyen todas esas organizaciones que ejercieron el terrorismo, aplicando todas estas estrategias como mecanismo de influencia popular y consolidación del poder.
Y así fue que, de manera estructurada, cuando se dio el estallido social y cientos de personas salieron a protestar legítimamente, aprovecharon el inconformismo de la gente para sacar a las milicias, robándole la protesta al ciudadano de a pie. No perdamos de vista que lo que pasó en Buenaventura en el marco de la protesta, fue una operación militar para arrodillar el país.
Ahora, ¿Cómo está el balance del poder? Hoy, esta gente alcanzó el poder y han venido desactivando las fuerzas armadas para que no puedan actuar y poder justificar la necesidad de un acuerdo de paz. Para poder controlar a las comunidades, utilizarán todas estas milicias que han venido creciendo y fortaleciendo, como la primera línea y la guardia indígena, con el objetivo de convertirlos en un ejército irregular, dispuesto a ser la guardia pretoriana del gobierno que es la misma lógica de los colectivos que aplicó Chávez o que aplican los cubanos en las barriadas en la misma ciudad.