La historia que escribo hoy en esta columna ha ocurrido por estos días en la ciudad, hechos por sí mismos absurdos, graves y preocupantes. Un fiscal le hizo una imputación a un distinguido profesional de esta ciudad a quien se le perdió la cédula hace año y medio, y el documento de identidad, en esta sociedad permeada por la delincuencia y el crimen, llegó a la cárcel de Cómbita y desde allá fue utilizada para hacer una transacción irregular de una cuenta bancaria por setecientos mil pesos. Según “la exhaustiva investigación“ de la fiscalía, tres personas se confabularon para robarse ese dinero.
El distinguido profesional de aquí, un señor de más de 80 años que se encuentra en un geriátrico en los Llanos, y un campesino del Cauca que ni siquiera tiene celular. Pareciera una pésima historia mía de ficción, o incluso hasta de tristeza, porque acabo de apagar el televisor en el partido de la selección femenina que perdió en el mundial, con una gran actuación de nuestras jóvenes jugadoras que le han dado una lección al país y especialmente a la selección masculina.
Sigo con la historia. Sé que muchos se preguntarán, porqué ese insólito título de “Diario de un ladrón”.
Ese es un libro del escritor francés Jean Genet que algún día debería leer el fiscal del caso, si es que acaso lee, para entienda lo que es un verdadero ladrón que hubo por allá en la Francia de los años 30, que curiosamente de tanto robar, prefirió convertirse en escritor. Y según la teoría del caso, como dicen en la fiscalía, esas tres personas se asociaron, “ se convirtieron en una banda criminal para robarse 700 mil pesos”, y como está probado que las llamadas las hicieron desde la cárcel de Cómbita, y también está demostrado que ni el profesional, ni el señor que está en el geriátrico que no está loco para salirse de ahí e irse hasta Cómbita a hacer una llamada para robarse una suma miserable, y tampoco el campesino, lo cierto es que después de la imputación de la fiscalía, cada uno en su ciudad quedó con detención domiciliaria.
Según la tesis de la fiscalía, aquí se ha hecho justicia. Con esto, ahora a mí me da miedo cuando salgo a la calle, más que me roben el celular, es a que se me pierda la cédula.
El artículo 230 de la constitución, en nuestra infinita retórica, señala que los jueces en sus decisiones “Sólo están sometidos al imperio de la ley”. Da hasta miedo la sola expresión que trae la constitución, “el imperio de la ley”, y da más miedo cuando aparece en evidencia que el fiscal es muy probable que no sabe ni siquiera qué es un imperio, porque de ninguna manera esto puede ser justicia.
Hace algunos años fui magistrado durante 8 años aquí en Cúcuta, y entiendo que la administración de justicia debe tomar decisiones sensatas, razonables, que hagan justicia. Un juez debe tener la conciencia tranquila por las decisiones que toma, tener claridad que en realidad ha tomado una decisión razonable y justa, y no ordenar la detención de unas personas en un exceso seguramente porque en el sistema de calificación le da mejor puntaje hacer imputaciones, que los archivos como correspondía.
En definitiva, es cierto que no puede existir una sociedad que tenga un sistema político y democrático armónico, si no funciona la justicia. El juez es un garante de la confianza ciudadana, y para nada puede convertirse es en un factor desestabilizante, que genere incredulidad y hasta miedo con sus decisiones. El juez y un fiscal deben ganarse el respeto de la sociedad, y no generar más zozobra como si no fuera suficiente con lo que ya vivimos.