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Distoriadores
Es cierto que la pandemia ha puesto al descubierto un sinfín de vulnerabilidades...
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Miércoles, 15 de Julio de 2020

Es cierto que la pandemia ha puesto al descubierto un sinfín de vulnerabilidades, fracturas sociales, fragilidades políticas y fracasos del sistema mundial que son objeto de debate diariamente tanto en medios de comunicación como en salas de estar familiares. Sin embargo, ha tenido poca o nula relevancia el hecho de que la pandemia también puso al descubierto la amenaza de los distoriadores. 

El decano Eduardo Barajas se inventó este concepto, el profesor Andrés Molano profundizó sobre él en El Nuevo Siglo, y ahora vengo yo, intentando aterrizarlo un poco a la cotidianidad de nuestra vida supuestamente enclaustrada por culpa de la COVID19. 

El fin de Santa Sofia como símbolo de secularidad mundial por causa de la decisión política del presidente Recep Tayyip Erdogan es el primero de tantos ejemplos de distoriadores que han aprovechado este crítico momento para sacar réditos políticos, disimular sus fracasos y de paso, reescribir la historia. Aunque Erdogan no sea el único distoriador de nuestra sociedad, sí es uno de los más reprochables porque prefiere fortalecer su base electoral que mantener la armonía que entre pueblos y fes se ha desarrollado durante décadas. Lo más irónico es que dos incendios destruyeron Santa Sofia en 404 y 532, en 2020 será un capricho político y no las brasas lo que arrasarán con ella. 

Tal y como lo explica el profesor Molano, respecto de lo dicho por el decano Barajas, un distoriador “es aquel que trata de distorsionar hechos históricos para adaptarlos a su conveniencia”. Los distoriadores latinoamericanos son dignos de portadas y de comentarios iracundos frente a las pantallas de televisión, aún más que Erdogan. Por un lado, presidentes como Bolsonaro han negado la existencia del coronavirus, disminuyéndole su importancia y dejando a todo un pueblo vulnerable ante la pandemia. En Colombia, los distoriadores inflan las cifras de erradicación manual de coca (en un 30%) para seguir adelante con una estrategia que empuja a los campesinos hacia un abismo sin seguridad alimentaria y que no tiene éxito en el largo plazo. 

En el mismo país, los distoriadores dicen que Jorge 40 es un perseguido político y no un paramilitar, y el Estado que consiente dicha versión es el más peligroso de nuestros distoriadores locales. También en Colombia hay quienes sostienen que a la niña Embera no la violaron, sino que con 11años de edad incitó y permitió el acceso carnal a siete soldados del Ejército. Todo mal.

Definitivamente, los distoriadores no son una amenaza porque pretendan reescribir el pasado a su antojo, sino porque tratan de eclipsar el presente y configurar borrosas visiones de futuro, dejándonos a los ciudadanos indefensos ante un colectivo de pseudocientíficos y pésimos líderes, convirtiéndonos cada vez en más ignorantes, inseguros de nuestro poder comunitario, presa fácil ante el caciquismo y el mesianismo infértil que tanto nos impresiona. 

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