No exageramos -a lo mejor nos quedamos cortos- quienes, desde hace varios años, venimos alertando sobre la lenta pero segura entronización de la izquierda más radical en la política y la institucionalidad colombianas. A ese pequeño grupo de ciudadanos que nos atrevimos a desenmascarar los protervos intereses del “mamertismo irracional”, nos llamaron azuzadores de la guerra, cuervos de la violencia, paramilitares, crimínales apocalípticos y con cientos de epítetos impronunciables, solo para desacreditarnos.
Eso cuando no recurrieron a los consabidos montajes judiciales, orquestados por “camaradas agradecidos” que siguen moviendo los hilos de la justicia de este país a un muy alto nivel. La izquierda radical destroza moralmente, encarcela injustamente y, cuando tiene a disposición un brazo armado, elimina a quienes considere que ponen en riesgo sus planes de alienar a los incautos votantes, para hacerse al poder y no salir de ahí, hasta que san Juan agache el dedo. Sobran los ejemplos en todo el mundo, el método es conocido y está patentado.
Estúpido sería generalizar: no todas las personas de izquierda o de tendencia socialista son malas per se, lo que sí es seguro es que los radicales de izquierda son el diablo hecho persona. Los del otro extremo del espectro ideológico, los radicales de derecha, no son para nada mejores que los zurdos recalcitrantes. La enfermedad estriba en la irracionalidad que produce aferrarse a dogmas que contrarían abiertamente el sentido común y el bienestar de un pueblo, que, al final de la ecuación, es lo que justifica el ejercicio del poder.
El problema más grave que padece hoy nuestra patria adolorida es la eventual “asunción” de la izquierda al poder. Y, como Lucifer tiene la habilidad de mostrar muchas caras y manifestarse de tantas maneras, es necesario saber quiénes hacen parte de ese aquelarre. “El diablo es puerco”, reza el adagio popular, y suele usar artimañas inimaginables para alcanzar sus propósitos. En consecuencia, no sería extraño que varios de los candidatos presidenciales que posan de independientes, progresistas y pro paz, hagan parte del tinglado diseñado magistralmente por Timo, sus secuaces, consuetas y asesores de ocasión.
Al revisar las últimas encuestas, todas coinciden en que aquellos candidatos que han defendido a ultranza y a cualquier precio el proceso de paz, a sabiendas de que se arrodilló el Estado de Derecho ante la subversión y que, además, de tiempo atrás tienen sus veleidades por las ideas de Marx, suman entre todos cerca del 45% de favorabilidad. Ni hablar de la buena imagen de las Farc, qué subió sustancialmente. Probablemente, los electores no relacionan a esos candidatos con el veneno que subyace en ellos; otros, en cambio, saben perfectamente lo que hacen. Saque usted sus propias conclusiones:
Humberto de la Calle: es el arquitecto del proceso de paz, el hombre que entregó la dignidad de la Patria a un grupo terrorista; Gustavo Petro, un exterrorista que ahora posa de demócrata y que acabó con Bogotá; Sergio Fajardo, el lobo con piel de oveja que, tras bambalinas, es apoyado por el Polo; Claudia López, la “anti política” que tiene un pacto con Fajardo para abrirle la puerta, al final será su vicepresidenta; Robledo, que parecía serio, ya no lo es tanto, y Clara López, una “comunista incomprendida” del Chicó. Todos defendieron la capitulación de la Nación ante el terrorismo a través de un proceso de paz espurio y mentiroso liderado por Juan Manuel Santos; todos tienen un corazoncito más inclinado de lo normal hacia la izquierda.
Es menester crear un frente común para que la peor de todas las plagas, el comunismo, no anide en estas tierras fértiles; la tragedia se puede evitar. Cuando el demonio entra en tu casa no hay nada bueno que puedas esperar de ello.
La ñapa I:
Difícil encontrar una caricatura más real que el Ministro de Defensa.
La ñapa II:
¿Y ahora que nadamos en un mar de coca, que dice el señor Presidente?