La congestión en las vías de las ciudades pretendió ser solucionada por el lado facilista, imponiéndose una restricción vehicular que abarcaba inicialmente un par de números y que fue tomando todas las variables hasta llegar a causar una afectación muy considerable en la movilidad.
Hoy en día ser propietario de un automotor, significa hacer una considerable inversión, someterse a pagar toda clase de impuestos (iva, renta, rodamiento, gravamen a la gasolina) y aceptar que su carro va a tener que estar casi la mitad del tiempo guardado.
Además, quienes adquieren un vehículo como instrumento de trabajo, no van a poder cumplir con el anhelo de su inversión, para pretender obtener un dividendo adecuado, pues su requerimiento de movilidad se va a ver seriamente afectado.
Las ciudades fueron experimentando crecimientos demasiado rápidos en las últimas décadas, y los alcaldes no tuvieron la suficiente visión y grandeza para advertir un futuro en donde las vías tenían que jugar un papel especial. La llegada de nuevos habitantes y el crecimiento de la capacidad adquisitiva, hizo que la venta de vehículos fuera creciendo a pasos agigantados.
Ejemplos como el de Bogotá, que todavía titubea con la implantación del metro, mientras que una ciudad como Buenos Aires lo inauguró en 1907; pero además es el sistema de trenes, que lo alcanzamos a tener, pero que lo acabaron en medio de la desidia más espantosa. Y a todo esto se suma que las vías nuevas fueron demasiado escasas y a las actuales ahora se les disminuyen carriles para el sistema de transporte masivo y para las ciclorrutas, o simplemente para peatonalizar algunos sitios de alta congestión.
Entre más se aplacen las soluciones, será mucho más costoso tratar de arreglar el caos, y si no hay planeación de largo plazo, pues nunca seremos conscientes de lo que tenemos que hacer y de lo que hay que alcanzar.
Quien quiera ser alcalde de una ciudad importante, tiene que conocer de cerca lo que han hecho otras urbes similares en el mundo para solucionar el problema. Tienen que abordar sin miedo y con decisión, el tema de nuevas vías, tanto internas como perimetrales; diseñar corredores subterráneos, intercambiadores de gran impacto y desde luego los modernos sistemas de transporte como el metro, tranvías, trenes de cercanías y sistemas de cable.
Pero además tienen que pensar seriamente en que el pico y placa resulta ser una restricción agresiva y abusiva, pues no se compadece con la inversión que están haciendo los ciudadanos para obtener una herramienta efectiva de movilización, máxime cuando el transporte público no se estimula porque es de mala calidad, porque la inseguridad resulta ser alarmante y porque no hay una educación para lograr la amabilidad del sistema.