El candidato al que me voy a referir está claro que no llegará a la presidencia de Colombia, al menos en esta ocasión. En las encuestas no pasa del 1%. La última lo muestra con un 0,56% de aceptación. De otro lado, la derecha no está de moda; lo de hoy es la izquierda y sus aproximaciones. De modo que lo que hace el doctor Enrique Gómez Martínez es una quijotada, un acto más que valiente, temerario. Sí, porque ni su movimiento de Salvación Nacional, fundado por su tío Álvaro Gómez Hurtado, da la cara, ni da un centavo por él, como tampoco el Conservatismo, que a veces se muestra como vergonzante. Sí, el Conservatismo, que es a quien representa Gómez Martínez, pero aquel Conservatismo duro, el del oro puro que desecha la escoria, como proclamaba su abuelo el expresidente Laureano Gómez Castro.
Sin embargo, el que las encuestas no le den la menor opción no significa que el doctor Gómez Martínez no sea un candidato de lujo; me atrevo a decir que el mejor. En efecto, se trata de todo un caballero, lo que antiguamente llamaban un gentleman, bogotano, culto, de inteligencia a flor de piel, de oratoria fluida, abogado con distintas especializaciones, y empresario exitoso.
A los otros candidatos, incluido el ingeniero Federico – Fico – Gutiérrez, un hombre honesto, les pueden endilgar culpas o inventarles faltas, por el hecho de haber ocupado altos cargos públicos, pero a su diferencia, el doctor Gómez está exento de esos ataques porque no ha calentado butacas en la burocracia.
Este diario publicó el jueves 19 de mayo, en la página 5-A, un reportaje con el candidato Gómez Martínez. Para mí, todo lo que expuso, con gran profundidad y seriedad, es destacable. Pero hay un acápite en su programa de gobierno digno de resaltar más aún: es lo referente a la justicia. Ninguno de los otros candidatos le ha metido los dientes a este grave problema. El doctor Gómez, sí, y propone la convocatoria de una asamblea constituyente. Estas son sus palabras: “La Corte Constitucional no puede estar legislando todos los días sin que los ciudadanos y la soberanía popular les hayan dado permiso”. Y añade: “Es necesario tener una justicia que realmente cumpla y produzca fallos”. Dio en el meollo.
Este país vive perdiendo la oportunidad de nombrar a los mejores para que lo dirijan. Mucha gente se lamentó de no haber elegido a un Gilberto Alzate Avendaño a la presidencia, o a un Álvaro Gómez Hurtado. El doctor Alfonso Palacio Rudas, eminente liberal, era uno de los que se lamentaban por no haber escogido a Gómez Hurtado para la primera magistratura. Pero así es Colombia. Vivimos de lamentación en lamentación. Y de seguro, otra vez tendremos que lamentar el no haber vuelto a mirar siquiera al doctor Enrique Gómez Martínez, que, a no dudarlo, hubiera sido el presidente que se merece Colombia. Afortunadamente, contamos con otra buena carta para jugar: Fico.
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