No se rajen la cabeza. La solución para acabar con el alud de refugiados venezolanos es fácil: siguiendo el ejemplo del presidente Donald Trump, gringo arrancado de las páginas del tiempo del ‘’gran garrote’’ de su antepasado Teodoro Roosevelt, quien nos robó a Panamá, podemos obligar a nuestros vecinos, encabezados por el inteligente ‘’demócrata’’ Nicolás Maduro, a construir un muro, para que nadie entre acá.
La ventaja de la xenófoba propuesta es grande: además de impedir el paso de emigrantes se daría trabajo a mucha gente, inclusive a los mismos fugitivos, en la construcción del dichoso muro, similar al que separó en dos a Alemania y de manera igual de absurda separa la frontera entre México y Estados Unidos.
El muro, sobre el cual podríamos colocar una imagen de Maduro y otra de Alvaro Uribe, nos permitiría evitar el alud de refugiados que se espera, pues se dice que la dictadura venezolana planea enviarnos, como hicieron los cubanos en el puerto de Mariel, a todos los indeseables, con lo que lograría dos objetivos: desocupar las cárceles y llenar de exiliados a nuestro país, que no tiene fórmulas para solucionar el tremendo problema que acarrearía una emigración masiva de desocupados y hambrientos. Una idea sería ponerlos a construir carreteras o ferrocarriles, como se hizo en épocas pasadas.
Repasando la historia colombiana, genialmente reseñada por el profesor Jorge Orlando Melo, hallamos que nuestros vecinos están siguiendo al pié de la letra las ideas de su mentor intelectual, el Libertador Simón Bolívar, quien era partidario de un presidente vitalicio, un congreso hereditario y un régimen dictatorial dirigido por los militares, temas que gobiernan en el vecino país. Y que aquí tiene seguidores tan distinguidos como el partido de extrema derecha, Centro Democrático.
A propósito del uribismo, es curioso que quien se atreva a criticarlo o a sus directivos, como le pasó a famoso caricaturista, sea inmediatamente amenazado de muerte, sentencia que a veces se cumple, como en tiempos de la violencia de la década del 50.
El dichoso muro podría utilizarse, además, para separar las tendencias políticas de moda. En un lado quedarían, felices, los uribistas y en el otro, los ilusos seguidores de Petro, quienes podrían dedicarse a cultivar aguacates en las tierras que aspiran a ‘’comprarle’’ a los ingenios azucareros. GPT