El reciente pasado 5 de junio se conmemoró el Día Mundial del Medio Ambiente. Tal celebración amerita unas reflexiones.
El padre Chacón, párroco de la iglesia Santa Teresa del Niño Jesús del modesto barrio Virgilio Barco, de Cúcuta, reunió a los niños de la comunidad junto con sus progenitores para impartirles alguna instrucción evangélica. Al final de su exposición le entregó a cada uno de los chicos un caramelo y los despidió, pero él se situó en la puerta. Los niños fueron saliendo con su algarabía natural, y el cura observaba cómo retiraban el envoltorio del caramelo, lo tiraban también con toda naturalidad al piso del templo y llevaban el dulce a la boca. El piso había quedado tapizado de papelillos. Entonces, hizo devolver tanto a padres como a hijos, les mostró la suciedad en que habían dejado el templo, y les exigió que cada uno recogiera lo suyo. Sólo una niña había guardado el empaque en su bolso.
Opino yo que este cura hace más por el medio ambiente que las Naciones Unidas y su costosa burocracia, que las oenegés extremistas, que las conferencias, discursos, foros, delegaciones e “investigadores reconocidos a nivel internacional”; y mucho más que claqueados programas como Territorios Forestales Sostenibles. Porque al final tales eventos no sirven sino para promocionar a impostoras como Greta Thunberg, la adolescente ídolo de la izquierda, protegida de quien pretende dominar el mundo George Soros, pero desenmascarada por Vladimir Putin, y son escenarios propicios para que otra desquiciada frenética ecologista propusiera en octubre del año pasado que como todos somos contaminadores y expelemos dióxido de carbono (CO2), hay que reducir la población mundial, y no basta con no tener más niños sino que hay que empezar a comer bebés; también propuso bombardear a Rusia.
Se necesita gente como el padre Chacón que ofrezca ejemplos y lecciones sencillas al ciudadano común y al transeúnte y no gritones y protestantes en la calle al servicio de una agenda política; defensores reales del medio ambiente que expliquen y supliquen que no se debe lanzar colchones ni llantas a los ríos, ni envases, papeles y desechos a la vía pública; que concienticen en no acabar las peñas con despiadados movimientos de tierra. A los tales militantes del partido verde y sus correligionarios no los hemos visto en una tarea semejante sino armando bochinches. Mientras andan vociferando y atacando a empresas extranjeras siempre que no sean chinas o coreanas, deberían andar detrás de cada irresponsable educándolo en el cuidado y el respeto a nuestras reservas naturales.
Hay cinco islas de plásticos en el mundo nadando en los océanos, ¿y qué hace la ONU? ¡No hace nada, y ningún país quiere limpiar! Menos China, la que más arroja dicho material.
¿Qué acción emprenden y qué pronunciamiento hacen por la deforestación de 75 mil hectáreas de tierra producida en lo que va corrido del año en el bosque de la Amazonía colombiana que causan los sembradores de coca y marihuana? ¿Cuál de esas organizaciones e individuos alharaquientos, y a veces agresivos, hace o dice algo en contra de la contaminación de los ríos por parte de un grupo guerrillero especializado en destrozar oleoductos?
Por todo lo anterior, señores, soy escéptico y sospecho de instituciones y de sujetos ambientalistas y ecologistas de profesión. No creo ni en Santa Pacha. Digo, Pachamama. Solamente creo en el padre Chacón.
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