La protesta de un grupo de ciudadanos en el cruce de dos vías céntricas de la ciudad el pasado jueves fue muy significativa, sobre todo en tiempo de feria, porque ha tenido el claro propósito de llamar la atención de las autoridades y hacer conciencia entre los ciudadanos sobre un grave problema que se hizo cotidiano, la violencia, la inseguridad y la muerte que, por ser reiterativas asombran a muy pocos y va mucho más allá de los líderes sociales porque está afectando a todos por igual.
Para tener una aproximación real al problema vayamos a las estadísticas. Hace ya varios años estamos entre las ciudades más violentas del mundo. El último informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal (CCSPJP), organización civil mexicana que cada año elabora un listado con las urbes más violentas del mundo, muestra que en el año 2017 Cúcuta se ubicó en el puesto 50 con 290 muertes violentas y una tasa de 34.7 homicidios por cada 100.000 habitantes. En ese listado, en Colombia tan solo nuestra ciudad es superada por Cali y Palmira.
De otro lado, se sabe por el mismo informe que San Pedro Sula, en Honduras, varios periodos ocupó los primeros lugares de esa fatídica lista, logro en un solo año reducir la tasa de homicidios en un 54% y esa organización que hace el seguimiento de este problema social asegura que la mejoría significativa en la cifras “es el resultado de un encomiable esfuerzo del gobierno de Honduras por erradicar en forma sistemática a células de grupos criminales, reducir la impunidad y actuar contra los delitos, distintos a los homicidios, que cometen las pandillas, así como poner orden en las prisiones”.
Las causas de esa ola violenta para algunos son atribuidas a la crisis venezolana y la migración de ciudadanos de ese país asentados aquí y la influencia de los grupos armados que tienen sus operaciones en Norte de Santander; aunque hay otras circunstancias que están incidiendo. A propósito de Venezuela, aporta cinco ciudades a la mencionada lista y es Caracas quien está a la cabeza, se incluyen también Ciudad Guayana, Maturín, Valencia y Barquisimeto. Pero esto no es para tomarlo como consuelo, sabiendo que hay otras ciudades que están peor que nosotros en esta materia. Es posible que la diáspora venezolana haya arrastrado parte de ese comportamiento y es justo por Cúcuta donde emigra la mayor parte de los venezolanos que abandonan su país.
En lo corrido del año y tomando como fuente el Boletín mensual del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre enero y mayo en el país hubo un incremento del 12.1% de los homicidios, con relación al mismo periodo del año anterior. Aquí en Cúcuta se registraron 83 homicidios, de los 2.100 ocurridos en las capitales de departamento.
La pérdida de vidas humanas en forma violenta no es justificable desde ningún punto de vista porque significa una pérdida absoluta del respeto a la vida. Las cifras que muestra la ciudad son suficiente motivo de preocupación y nos deben mover a buscar soluciones. Son muchas las causas, pero también bastantes los frentes en los cuales las autoridades y la ciudadanía en conjunto debemos trabajar para conseguir una ciudad segura y pacífica. Sería muy oportuno tomar los buenos ejemplos de las acciones ejecutadas en otras ciudades azotadas por el mismo flagelo.