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El sí abre una posibilidad de paz, no la garantiza
Nuestros niveles de tolerancia no son altos: fácilmente pasamos a la descalificación, al insulto e incluso a la agresión.
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Domingo, 11 de Septiembre de 2016

A 20 días del plebiscito el país está cada día más polarizado. Cada día se escuchan más enfrentamientos entre personas, grupos e incluso hasta familias que ya están divididas entre los que tienen sus razones para votar por el SÍ, y los que lo van a hacer por el NO. Ya se escuchan episodios en los que hasta grupos familiares no se hablan, u otras, en las que han decidido no tratar más del tema sino hasta después del 2 de octubre.  Nuestros niveles de tolerancia no son altos: fácilmente pasamos a la descalificación, al insulto e incluso a la agresión. Juan Esteban Constaín escribía por estos días que estábamos en ese momento de los pensamientos delirantes, cuando yo creo que tengo razón, al otro no lo escucho. Únicamente veo lo que me interesa.

Uno de los grandes problemas del plebiscito hoy por hoy, es el discurso inmediatista que estamos propagando sobre sus efectos. Estamos hablando y planteando las cosas como si el día después, de ganar el Si, la paz se afianza de manera inmediata, o contrariamente, de ganar el No, al otro día las Farc iniciarían la toma de Bogotá. Desde luego que ni lo uno ni lo otro.     

He escuchado por estos días dos frases que grafican muy bien el momento que atraviesa Colombia; una del columnista del Espectador Carlos Granés: “El Sí abre una posibilidad de paz para el país, pero no la garantiza”. Excelente. Y otra, en una conferencia sobre el tema agrario del país que con buena información y mucha lucidez disertara Aurelio Suárez, el ex candidato a la alcaldía de Bogotá y periodista, quien después de aportar cifras del problema agrario del país, concluyera que la posible paz que por tantos años hemos buscado los colombianos, esta paz que probablemente empezaremos a construir el próximo 2 de octubre es tan difícil, que ni siquiera la generación que viene, sino la otra, la de nuestros nietos, son quienes la verán. En estas dos frases se resume mucho de lo que estamos viviendo.

Teniendo claro que el tema de la guerra en Colombia tiene su origen en un tema de tierras, si se revisan algunas cifras, entendemos fácilmente que lo que nos espera, ganando el SI, es un problema de muchos años. El 0,48% de los colombianos son propietarios de casi el 47% de las tierras productivas del país. Luego, cambiar este esquema, propio de un rezago feudal aún existente, de terratenientes, no creo que se dé tan fácilmente con la aprobación del SÍ. De 23 millones de hectáreas que tiene el país para cultivar, únicamente lo hacen en menos de 7 millones, es decir, un poco menos de la tercera parte. Todo eso en un país en donde el crédito agrario no existe. Con cualquier reporte de un celular de alguien del grupo campesino, es suficiente para que la banca le diga que no. Una verdadera paz requiere una reforma estructural del sistema financiero del país, y eso no va a suceder. Por eso la paz será difícil.

Cuando miro todo este panorama, no dejo de recordar aquella expresión de Bolívar en Cartagena, ya enfermo y cercano a la muerte, que cuando vio el séquito que lo acompañaba le preguntaba al General Montilla sobre las dificultades del gobierno provincial, y una vez escuchado Bolívar dice: “Qué caro nos ha costado esta mierda de la independencia”, y seguramente tendremos que decir, 200 años después, algo parecido con la paz.

NOTA: Se nos fue ayer una buena amiga, una compañera de política, estudios y especialmente de la vida. Lucy Villamil fue una gran mujer. Paz en su tumba.

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