A un pariente muy cercano lo sancionaron por 72 horas en Facebook porque escribió “vieja marica degenerada”, refiriéndose a Claudia López, alcaldesa de Bogotá. Él lo tomó folclóricamente y dijo que ni falta le hacía usar dicha red. “Que me sancionen a mí – agregó – no tiene importancia, pues yo, al fin y al cabo, soy un parroquiano cualquiera, pero que se atrevan a sancionar al presidente de la nación más poderosa de la Tierra, sí es el colmo del abuso”.
A propósito de la orden del dueño absoluto de las comunicaciones en todo un hemisferio, Mark Zuckerberg, de suspender las cuentas a Donald Trump en Twitter y Facebook, un noticiero nacional colombiano denunciaba que el año pasado el movimiento feminista convocó por las redes sociales manifestaciones en España justamente cuando la pandemia del COVID-19 entraba en furor; las manifestaciones contaron con el aval del Partido Socialista Español (PSOE) en el gobierno; a las pocas semanas los hospitales y clínicas estaban atestados de contaminados y las defunciones se producían a granel. Zuckerberg nunca se opuso a que usaran sus redes para esta cita con la muerte.
La inclinación de este magnate de las conexiones cibernéticas por los partidos de izquierda ha sido constante y evidente. Al contrario, en las mismas redes él ha permitido que, en el caso de Trump, lo denigren, lo traten sin ningún respeto ni consideración, desde la señora Pelosi, vocera de los demócratas, pasando por periodistas y artistas, hasta la gente común.
Ahora, si bien en Colombia, extrañamente y por petición de la Policía Nacional les suspendieron las cuentas en Twitter y YouTube a dos caducos exguerrilleros, Iván Márquez y Jesús Santrich, por hacer apología al terrorismo, ello no es más que una apariencia de equilibrio, pues, por otro lado, a diario se amenaza de muerte y se calumnia al presidente Iván Duque, y no se diga a Álvaro Uribe Vélez. El señor Zuckerberg se hace el de la vista gorda.
El asunto es que este solo individuo está desbordando todas las autoridades, leyes y barreras. Sin duda, a tirano semejante tienen que frenarlo. Que posea tal supremacía que someta al mandatario de la mayor potencia de todos los tiempos, como son los Estados Unidos de América, prende todas las alarmas.
Está claro: el mundo occidental, al menos, está en manos de Marck Zuckerberg. De no contenerlo pronto, sólo él dictará la moral, lo correcto y lo adecuado según su parecer; quitará e instalará sistemas políticos a su antojo; definirá la economía mundial, y dirigirá en un todo nuestras vidas, como ya lo está logrando.
El final del cuento de mi pariente es que el muy astuto, cumplido el término de la sanción, insistió en la crítica contra lo que considera una aberración sexual de la mandataria bogotana y su pareja, pero en esta ocasión cambió sutilmente los términos; esto es, no le dijo perro, pero le mostró el tramojo.
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