Los registros del movimiento de turistas en Colombia durante la última temporada de Semana Santa, dejan vislumbrar un panorama que debe suscitar muchas preocupaciones.
Es lamentable que la isla de San Andrés, se haya quedado con casi la mitad de su capacidad hotelera sin ocupar, y que ciudades como Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, así como en departamento de Santander, regiones de mucha afluencia de visitantes, hubieran sentido la disminución de las visitas en la temporada.
Tres factores concurren para este preocupante panorama: en primer lugar el desbarajuste que existe actualmente el trasporte aéreo, en donde dos aerolíneas, llamadas de bajo costo y con un índice muy alto de movilización de pasajeros, han salido de la operación por graves problemas financieros; y por otro lado, las que están operando, lo hacen con tarifas de alto costo, que resulta imposible para una familia corriente asumir el valor de los tiquetes, sobre todo cuando se trata de un grupo familiar considerable.
Por otro lado, las carreteras nacionales están atravesando por una crisis, que las hace muy poco operantes para los viajeros. El invierno ha hecho estragos y, por otro lado, las expectativas de una buena vía, no se cumplen para muchos trayectos, lo que genera pereza para acometer los viajes por parte de los turistas debido a los enormes inconvenientes que se presentan.
Por último, el peso de la reforma tributaria para el sector hotelero y aeronáutico, hace que las tarifas se hayan disparado y que, ante los apretados presupuestos familiares, se hayan vuelto inalcanzables.
El turismo está llamado a ser uno de los grandes motores del desarrollo del país, por todo el potencial existente, representado no solo en las playas de nuestros mares, sino en los abundantes ríos, en la gran variedad de montañas y en los pueblos patrimonio, a la par que las ciudades de cierto tamaño que están en capacidad de ofrecer servicios recreativos y culturales.
Todo hace pensar en que el plan nacional de turismo está flaqueando desde hace mucho tiempo, lo cual hace que se estén perdiendo oportunidades y que las regiones que han generado espacios, no cuenten con los servicios de transporte complementarios para poder apalancar la actividad turística.
Los objetivos en materia de turismo tienen que ir articulados estrechamente con el ministerio de Transporte, de donde dependen todas nuestras vías y el servicio de tráfico aéreo y fluvial, pues de lo contrario las expectativas correrán el peligro de ahogarse por la carencia de los servicios complementarios.
A su vez, hay que enmendar el error de la reforma tributaria, pues al haber creado elementos gravosos sobre el sector, sus índices de crecimiento han quedado aplastados.