Panamá, por lo general es portador de buenas y esperanzadoras noticias. Sin perjuicio de ello, el cambio climático le ha hecho una mala pasada, porque la disminución de la pluviometría ha ocasionado una disminución de los caudales de los ríos que vierten sus aguas en el Canal, para así llenar las esclusas permitiendo que esta magistral y ya centenaria obra de ingeniería funcione de manera constante y fluida, ocasionando un ritmo más lento en su funcionamiento y generando un retraso en el paso de los barcos entre un océano y el otro. Ello, ha encarecido los fletes y de paso un incremento en los precios de varias e importantes materias primas.
Pero ello no es todo. También, por su territorio fronterizo con Colombia, en el denominado Tapón del Darién, otrora inexpugnable y peligroso espacio geográfico que por su riqueza y fragilidad medioambiental fuera respetada y así no se construyera sobre él, el trazado de la carretera Panamericana que uniera a Suramérica con Centroamérica, ahora se ha visto invadida por migrantes procedentes principalmente de Venezuela, Colombia, Ecuador y otros países tan lejanos como Cambodia, China, Vietnam y otros rincones del mundo que buscan la manera de llegar al tan ansiado “sueño americano”. Autoridades colombianas, panameñas y de organismos internacionales, calculan que por dicho territorio han incursionado en el último año más de setecientas mil personas, bajo condiciones deplorables de seguridad, generándose tráfico de personas, abusos de menores y mujeres, además de muy cuestionables condiciones de salud y de alimentación.
Pues bien, este 5 de mayo habrá comicios donde se disputarán más de 800 cargos de los tres niveles de Gobierno, incluyendo la Presidencia. La campaña ha estado marcada por las críticas y el descontento hacia el oficialismo y por la borrasca ocasionada al ser condenado por la justicia panameña el exmandatario Ricardo Martinelli, quién pretendía ir a la reelección, habiendo sido declarado culpable por el delito de lavado de dinero habiéndosele impuesto una condena de 10 años y seis meses de cárcel y el pago de una multa de más de 19 millones de dólares.
En la disputa por la Presidencia, que no contempla segunda vuelta, están el candidato de derecha José Raúl Mulino, favorito en las encuestas con casi un 25% de las preferencias, delfín de Martinelli lo cual hace incomprensible tal favoritismo; el expresidente Martín Torrijos (2004-2009), quien aspira a la reelección por el Partido Popular (PP) de centroderecha y que en las encuestas no marca más de un 15%, y que dicho sea de paso, también fue acusado de corrupción en el conocido y extendido caso Odebrecht; Rómulo Roux, por la alianza de Cambio Democrático (CD) y el Partido Panameñista (PPa); Ricardo Lombana, por el partido Movimiento Otro Camino (MOCA), ambos ex diplomáticos que marcan de forma pareja un 11% de las encuestas cada uno; y, otros cuatro candidatos con posibilidades marginales.
Por otro lado, la corrupción - mal extendido en gran parte de nuestro continente-, también toma protagonismo de cara a las próximas elecciones panameñas. Con un historial de mandatarios envueltos en polémicas por cometer tal delito, la plantilla de presidenciables pareciera concordar que el combate a la corrupción y al mal manejo del erario debe ser la base del futuro. Si lo anterior es cierto, ya es un gran paso hacia la consolidación de la democracia en Panamá, pues dicho sistema de gobierno está cada vez más cuestionado y es menos compartido por un número creciente de ciudadanos, que se debaten entre la pobreza y la marginalidad, mientras los gobernantes se llenan los bolsillos a través del robo y la corrupción.
*Columna escrita antes de las elecciones de Panamá.
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