El Barómetro Colombiano de la Reconciliación elaborado por el Programa de Alianzas para la Reconciliación de USAID y ACDI/VOCA, a partir de una encuesta nacional a 5.772 jóvenes, proporciona unas pistas importantes sobre una juventud que, en medio de la confusión reinante, tiene unas claridades esperanzadoras.
En sus respuestas se destacan tres elementos necesarios a su juicio para lograr la reconciliación: la importancia de un Estado presente y actuante, no en una perspectiva estatista, sino cercana a las comunidades y ubicada en las antípodas del antiestatismo impuesto por el pensamiento neoliberal imperante.
La comunidad es el segundo elemento destacado en la encuesta, en una visión que trasciende lo puramente individual, con una cercanía del Estado a ella, que permita un proceso de mejoramiento integral de las condiciones de vida de las personas en lo social, económico y cultural, central para el logro de la reconciliación, por encima de la seguridad y la desmovilización de los grupos armados ilegales.
Claramente estamos ante una generación para la cual el conflicto armado ya no copa el escenario de las preocupaciones nacionales, siendo desplazado por el mejoramiento de las condiciones de vida, el buen vivir, gracias a cambios que se originan principalmente a nivel local, en el seno de las comunidades asentadas e integradas a sus territorios. Es en ese nivel donde se generan los cambios reclamados por los ciudadanos.
El tercer elemento, que de alguna manera articula los dos anteriores es la participación ciudadana activa, no meramente declarativa. Una participación en organizaciones y asociaciones sociales (de productores, de víctimas...) y en programas del municipio y de las comunidades, en lo cual la confianza y la empatía son ingredientes fundamentales para asociarse y adelantar acciones de interés común. Esa participación llena el vacío que dejan los políticos y los partidos, frente a los cuales la desconfianza de los jóvenes es total, superior al 95%.
Los jóvenes con sus repuestas, permiten entrever el diseño de la sociedad y de la acción ciudadana que comenzará a levantarse de los escombros del presente. Un mundo que se construye al reconciliarse y fortalecerse desde lo local, desde los territorios y en el marco de las comunidades, para abrirse hacia lo nacional y lo internacional.
En él, la suerte de lo personal está entrelazada con la colectiva, al no depender de fuerzas o poderes externos sino de la acción y el compromiso comunitario. En fin, es un mundo que no es colectivista ni individualista, sino solidario donde los individuos a partir de la empatía y de la confianza entre ellos se asocian en torno a proyectos de interés colectivo, entrelazando y no confrontando lo colectivo/comunitario y lo individual, lo local y lo nacional, con lo cual se aúnan fuerzas y proyectos entorno a iniciativas compartidas definidas y asumidas libremente, no impuestas.
Puede sonar a utopía, pero es una que no se construye de la nada, sino del rechazo de lo existente y de lograr un nuevo propósito, a la vez realizable y seductor, si se movilizan las aspiraciones de un bien colectivo que yacen en el alma humana, al lado de las de un individualismo sin atenuantes que, en buena medida, nos condujo al despeñadero presente.
En un mes se realizará por primera vez en el país la elección para la conformación de los consejos municipales y locales de juventudes, la cual será una primera gran oportunidad para que la voz juvenil tenga un espacio, no solo para expresarse sino para presentar y defender sus posiciones desde un espacio de naturaleza política, que les dará la oportunidad de adelantar propuestas en la línea que refleja la encuesta y en consonancia con la actual situación del país.