Se afirma en muchos escenarios que las redes sociales son la expresión moderna de la democracia porque permiten expresar opiniones de todo orden, aprobar, reprobar, divulgar, visibilizar. También permiten a muchos hacer parte de una asociación, con un hilo conductor: el chat, que es una conversación en tiempo real con la participación de quienes estén conectados. Esa forma de comunicación está presente en todos los ámbitos y ha desplazado a los medios de comunicación tradicionales.
Vistas desde el punto de vista positivo estas tecnologías acercan las personas, se pueden transmitir mensajes con noticias instantáneas, la información es de todo tipo y pueden ser de ayuda valiosa. Han permitido democratizar las comunicaciones porque todos tienen acceso a las tendencias del pensamiento. Las campañas políticas ahora se valen de estas vías para dar a conocer sus propuestas a la vez que las utilizan para desvirtuar las de sus oponentes.
Pero para desgracia de las redes sociales hay usos incorrectos de estas, los más frecuente son las noticias falsas, que son especies difundidas sin sustento y sin confrontar la fuente, que rápidamente se propagan a través de esa maraña de vasos comunicantes y pueden provocar reacciones que conducen a resultados funestos, tal como ocurrió en los hechos conocidos recientemente que terminaron con el linchamiento de supuestos secuestradores o violadores de niños.
La difamación es otra manera de esparcir informaciones falsas, esta vez con el objetivo preciso de hacer daño a la integridad de las personas. Es esta la aplicación moderna y actual de un antiguo dicho: Calumniad, que algo queda. Para cuando se desvirtúa el infundio este se ha hecho popular y la enmienda no tiene el mismo alcance y muchos se quedan con la primera versión, algo malo perdura. Así que, las heridas de la calumnia se cierran pero quedan las cicatrices. En la política, esta es una práctica muy socorrida para hacer daño a quienes están en la orilla ideológica opuesta.
Por esta razón también con frecuencia aparecen testimonios de quienes no quieren hacer uso de un teléfono inteligente y aún menos de cualquiera de las redes sociales, aduciendo que con ellas las personas están haciendo pública su privacidad, les parece abominable que la gente este colgando fotos de cuanta reunión, viaje o comida tienen, lo cual podría tener poco interés para otros. De tal forma que el teléfono es para llamar y recibir llamadas como antaño y las imágenes y mensajes quedan relegadas para este grupo de personas. Lo cual también es una posición respetable.
Por muchas leyes y filtros las noticias falsas y las imágenes impúdicas seguirán recorriendo los canales de las redes sociales. Los falsos profetas las seguirán utilizando y del engaño pueden seguir siendo víctimas muchos usuarios. Por tanto, es prudente adoptar la conducta de pasar por un cedazo los mensajes de procedencia incierta preguntándose si son ciertos, buenos y si producen beneficio, si no cumplen con estos requisitos deberían ser desechados y no difundidos. La información a través de estos conductos continuará fluyendo y tenemos que escudriñar con juicio cuanto llega a nuestros equipos procurando el menor daño directo o colateral.