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Gobernabilidad vs patanería
El episodio del alcalde de Bucaramanga fue grotesco, vulgar.
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Sábado, 1 de Diciembre de 2018

Cada día que transcurre en los asuntos de la política en el mundo, y por supuesto en Colombia, sus actitudes y maneras se alejan de la pulcritud de otros años que enaltecían esa actividad.  En los años 20 del siglo pasado el presidente de Colombia, un hombre honrado y pobre, hijo de una lavandera, Marco Fidel Suárez, a quien en algún momento su sueldo de presidente no le alcanzaba y decidió empeñarlo, por esa ligereza renunció a la presidencia después de un debate que se le hizo en el congreso. Su defensa fue: “Me hubiera bastado una sola firma para enriquecerme, pero no lo hice”, pero no fue suficiente. Debió dejar el solio de Bolívar.  Es probable que uno de los hombres más cultos que ha pasado por la presidencia en el palacio de San Carlos fue Alberto Lleras Camargo. En una entrevista de Jacqueline Kennedy, después de su visita a Bogotá con su joven esposo John F Kennedy, diría que de todos los estadistas que había conocido en el mundo, uno de los que más la había impactado por su cultura, fue Alberto Lleras Camargo. Eran otros tiempos. 

Ahora la patanería y malas actitudes de algunos gobernantes se imponen. Por estos días el país no salía de su sorpresa con el lenguaje soez y vulgar del fiscal general de la nación en las conversaciones con el malogrado ingeniero Pizano, y ahora aparece el alcalde de una de las ciudades más importantes del país, Bucaramanga, con palabras de grueso calibre, que insulta y agrede como si estuviera en el pueblo más salvaje del país a un concejal. El país aún recuerda la frase del expresidente Uribe, como primer mandatario “Le parto la cara marica”, cuando le ripostaba a un adversario. Y ayer el presidente Trump, en la cumbre de las 20 naciones más poderosas del mundo, al lado de Macri, botó al suelo los audífonos porque no estaba conforme con la traducción.  

Para que haya gobernabilidad en un país o una ciudad, definitivamente se requiere que esté acompañada de una persona que tenga la preparación, la trayectoria y hasta el reconocimiento para llegar a un cargo de representación. Razón tuvieron los griegos hace más de 2.000 años cuando alcanzaron a decir que al gobierno debían llegar los más cultos. Desafortunadamente por estas épocas cada vez llegan, en muchos casos, los más patanes. Esa intervención en estos días del representante Zabarain en el debate de Odebrecht, donde terminó hablando de la toma del palacio de justicia y de Fidel Castro, que en algunos momentos generó hasta risas pues no se sabía si estaba era en estado de alicoramiento, son una muestra de la falta de preparación, de los excesos, del sainete en el que se ha convertido los temas públicos. Como bien lo dijo la senadora Angela Robledo, esa intervención no debería dar risas, sino indignación.

El episodio del alcalde de Bucaramanga fue grotesco, vulgar. Bucaramanga ha sido especialmente para nosotros, por la vecindad, un referente, un ejemplo a seguir.

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