Por estos días todos los colombianos, en muchos escenarios, no hacemos nada distinto sino hablar de la paz: están los que creen en ella, los que no creen, los que afirman que algunas zonas se las tomarán las bacrim, otros piensan que muchos guerrilleros no se desmovilizarán, están los que ven con recelo tener que aguantarse a Timochenko de senador, eso está bien que todos los colombianos tengamos expectativas sobre la paz y hablemos de ella, apenas natural después de tantos años de guerra. El problema es que el Gobierno esté en lo mismo y no esté preparado para lo que se va a venir después de la firma de la paz.
Y el tema es preocupante, porque después de la paz muchas cosas van a seguir iguales e incluso hasta peor. El autismo es una enfermedad en la que la persona pierde habilidades de comunicación e interacción social, y mucho de eso le está pasando a este Gobierno con el tema de la paz y los verdaderos problemas del país. Hay un dato que lo dice todo: en 2015 Colombia registró 12.193 homicidios, y el cálculo que se tiene, es que el conflicto armado entre Estado y guerrillera solo impacta en un 4%. Ese resultado nos arroja una conclusión ineludible: hay que hacer la paz, pero los problemas del país están por otro lado. Estamos hablando demasiado de la paz como si al otro día de la firma no se registraran más muertes, se acabara el desempleo, bajarían las tasas de interés y el precio de la gasolina.
No, después de la firma, al otro día, y en eso probablemente el Gobierno de Santos dejará de ser autista, radique una fuerte reforma tributaria que dejará a aquellos que cantaron el himno nacional y dejaron volar al frente de su casa una paloma de la paz el día de la firma, un desencanto y temor por lo que se le viene encima con una probable subida del IVA al 19%. Por estos días se celebró un encuentro de la Universidad Libre en la ciudad y se señalaba, en alguna de las intervenciones, que posiblemente con la reforma se van a gravar las matrículas en las universidades aumentando el costo de la educación en Colombia. Es decir, hasta ahí llegó la emotividad y el sueño por las paz.
En el mismo encuentro de la Universidad Libre, en el acto de apertura le escuchamos al señor alcalde de la ciudad que el presidente Santos había estado el día anterior en Cúcuta, y frente al tema del cierre de la frontera el presidente le había preguntado en el foro a los gremios que ¿qué pensábamos sobre el cierre de la frontera? Con toda razón el alcalde mostraba su enfado expresando que lo que se esperaba era que el Gobierno trajera soluciones al problema. Es decir, los síntomas de autismo del presidente ya comienzan a preocupar. Hace algunos días comparó al Catatumbo con el Bronx, y ahora se hizo un viaje a Cúcuta para preguntarnos sobre lo que pensábamos con el cierre de la frontera. Sobre lo que pensamos señor presidente, ya se lo podemos decir y escribir: se calcula que cerca de un millón de personas podrían pasar por Cúcuta, entre venezolanos desesperados y colombianos regresando, por esta ciudad con una reapertura no controlada de la frontera. ¿Se imaginan cuántos de ellos se quedarían aquí en Cúcuta
tratando de encontrar una posibilidad de vida? Mejor dicho señor presidente, otra vez usted se equivocó, el autismo lo tiene jodido, porque eso que dijo usted que el Catatumbo se parecía al Bronx, no, no es sólo el Catatumbo, es toda Cúcuta con la cantidad de gente informal que nos puede llegar, y lo que es peor, a los pocos días de la firma de la paz.