Es el modelo de los mandatarios de derecha que han gobernado este país en los últimos 50 años y sistemáticamente han querido imponer. Familias en acción, Colombia mayor, ingreso solidario, jóvenes en acción, devolución del Iva, subsidio del desempleo, subsidios para guías turísticos, bonos de alimentación, subsidios para servicios públicos, vivienda y educación, son algunas de las prestaciones económicas que el gobierno viene otorgando al colectivo, que si bien alivian un tanto la situación precaria de los más vulnerables, no les resuelve su situación de pobreza, al someterlos a un estado de mendicidad que los confina a una existencia miserable por el resto de sus vidas. Estos modelos fueron y siguen siendo un fracaso en Argentina, Venezuela y Cuba.
Mientras estos gobiernos, los de Colombia, se han dedicado a empobrecer más y más al pueblo, por otro lado, se muestra despilfarrador de recursos, amangualado con la clase política que lo acompaña en el Congreso y en las entidades territoriales.
Es lo que los gobernantes no quieren ver, un pueblo hastiado de la politiquería, sin esperanza, que apeló a un movimiento social sin precedentes y que lamentablemente ha sido infiltrado por delincuentes que aprovechando el desorden hacen de las suyas. Por supuesto, condeno esos desmanes de la población civil, como condeno los de la fuerza pública.
¿Qué es lo que busca ese pueblo ultrajado con sus protestas? Que se produzca un cambio de rumbo en el manejo de la política del país. Que los gobernantes la entiendan como el arte de servir a la comunidad y no al contrario como desafortunadamente viene ocurriendo. No a la polarización política que mucho daño está causando. Que entiendan que el funcionario público está orientado a satisfacer el bienestar general y público por sobre el particular. Que se hagan reformas estructurales profundas que reduzca el gasto público y el tamaño del Estado y sobre esta base se presente la reforma tributaria; seguridad jurídica con reglas claras y perdurables que hagan de Colombia un destino atractivo para la inversión extranjera que aumente sustancialmente el empleo y se logre el crecimiento económico. Estímulos para la generación de empleo de jóvenes y adultos mayores. Que se derroten (no se reduzca “a sus justas proporciones” como lo dijera un desafortunado expresidente) la impunidad y la corrupción. Que la educación en colegios, institutos (técnicos, tecnológicos) y universidades públicas con cupos suficientes y con ALTA calidad sean gratuitas para los estratos 1,2, y 3 y se fomente en forma real una cultura del emprendimiento.
Los electores tienen en sus manos el remedio para SOLUCIONAR en forma DEFINITIVA este problema: votar en forma masiva y responsable en las próximas elecciones para Congreso y presidente de la República y posteriormente para autoridades territoriales, por personas honestas, capaces y conocedoras que tengan claro que van a esas posiciones a servir y no a llenar sus alforjas con los dineros del erario. Que presenten programas serios y realizables. No volver a vender su voto por un tamal o 50 mil pesos, permitiendo que sigan los mismos con las mismas.
Y los que creen que con el abstencionismo castigan a los políticos tradicionales, se equivocan, porque entre menos votantes haya, menos votos necesitan estos para elegirse o reelegirse. Pueden lograrlo con la sola “clientela” que tienen a su disposición por cuenta de los programas que crearon para sembrar DEPENDENCIA. Así las cosas, la abstención es mantener el nefasto statu quo en el que nos encontramos, que equivale a hacernos el “harakiri”