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Les sugiero a republicanos y demócratas barajar y dar de nuevo en materia de candidatos.
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Miércoles, 10 de Julio de 2024

Chaplin decía que el golf consiste en golpear una bola pequeña sin darle a la grande.  En el debate entre Biden y Trump, el único momento que no me provocó asilarme en el crucigrama o en otro episodio de  Los Picapiedra fue cuando hablaron de su prontuario golfístico.

El debate será recordado como la noche que un par de cuchos con un ego  como el Empire State decidieron odiarse en directo por CNN. El despelote televisivo me  recordó las  peleas de los mastodontes de la WWE Smack Down que se despedazan en medio del júbilo del respetable en una  versión moderna del pan y circo de los romanos.

Ingenuo que es uno, supuse que al principio, para guardar las apariencias, se saludarían y se preguntarían por los nietos, la próstata, el gato. (Biden le dijo a su contrario que tenía la moral de un gato callejero. Les pido perdón a los gatos, mis enemigos íntimos, por el descache del tío Joe).

Tuvieron que cerrarles los micrófonos para que pudieran redondear sus ataques. A Trump le preguntaron por sus acciones en el asalto al Capitolio y solo le faltó responder que los invasores  estaban de picnic. Lucía tranquilo porque sabe que mientras más violaciones a  la ley se conozcan, más apoyo y dólares le lloverán de sus fans. Para decirlo con el tango “qué falta de respeto que atropello a la razón”.

Los periodistas que preguntaron, muy ceñidos a un libreto,  no lograban concretarlo. Tampoco a Biden, “mi” candidato, quien ya hizo su tarea. Suficiente, colega abuelo. Llegó el momento de dedicarse a ennietecer y a ver pasar el viento.

Si “time is money”,  ¿a qué ventanilla siniestra debo acercarme para que me devuelvan la platica perdida por el tiempo invertido viendo el frente a frente?

Con la pelea de perros y gatos se me devolvió hasta el primer tetero. De Trump, de 78 años, dijeron los medios de USA que dijo una mentira cada tres minutos. Al magnate no se le puede creer ni lo contrario. Tomó muy a pecho el consejo de un personaje de Mark Twain de impedir que muera el arte de mentir.

Biden, de 81 abriles, trastabilló a morir. Después admitió que estuvo errático por culpa de una gripa. Me dio tanta tristeza su desempeño que casi le doy para el bus de regreso a la Casa Blanca.

Lo siento por “los hermanos pudientes del norte” pero entre Biden y Trump no tienen con qué hacer un caldo. Lo mismo ocurrió en  la segunda vuelta presidencial en Colombia entre Petro y Rodolfo Hernández.

Sin costo algo, les sugiero a republicanos y demócratas  barajar y dar  de nuevo en materia de candidatos. Si no me paran bolas, que Dios nos coja confesados y comulgados.

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